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Edición 30

Cuatro poemas de Carina Sedevich



                                                            De Un cardo ruso (Ediciones del Movimiento, Maracaibo, Venezuela, 2016).

 

En una pelí­cula oriental

los muertos eligen un recuerdo

para vivir en él como un insecto

inmóvil en un ápice de ámbar.

 

Buscan momentos sin exaltaciones

en los que no pudieron vislumbrar

resabios de pasado o porvenir.

 

Al fin,

prefieren recordarse solos.

 

 

 

 

                                                            De Klimt (Suburbia Ediciones, Gijón, España / Club Hem Editores, La Plata, Argentina, 2015).

 

Los chinos saben matar un pez

con varas de bambú

en la garganta.

El pez no cierra los ojos

ni se aquieta

mientras desprenden

sus escamas.

Los chinos saben

de las emociones

que estanca la muerte

en cada ví­scera.

 

*

 

Deseo a veces

la suerte de los peces.

Algún destino útil,

de alimento.

Ya lo he comprendido,

sin embargo:

hay veneno también

en mi deseo.

 

 

 

 

                                                            De Escribió Dickinson (Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2014).

 

Mi madre me llevaba a aprender a bailar.

Ella hubiera querido bailar, de pequeña.

 

Yo sólo me acuerdo del conservatorio

-la fachada blanca,

las columnas altas,

las escaleras de mármol veteado-

 

y muy vagamente el olor de mi trusa

guardada en el bolso

toda la semana.

 

Ni una sola imagen del salón de baile.

Apenas un piano que sonaba al fondo.

 

Yo recuerdo el otoño en los bulevares,

el aire en la cara al salir de la clase,

 

mis primas, más grandes, que podí­an ir solas.

 

Yo apenas recuerdo haber deseado

aquello:

 

alcanzar esa breve

libertad de mis primas.

 

 

 

 

                                                            De Gibraltar (Dí­namo Poético Editorial, Córdoba, Argentina, 2015)

 

En la ventana

con sus piernas rosadas

y sus ojos fijos

la paloma me acecha

tiernamente

como lo harí­a a un toro

su torero.

 

*

 

-Para desear un silencio perfecto

basta escuchar una paloma en celo.-

 

*

 

Un viento bravo

convierte en buitre

a la paloma macho.

Interrumpe su danza

alrededor de la hembra

que, por fin,

en silencio

se escapa.

 

 

 

 

Vea también: poemas de la colombiana Luisa Fernanda Trujillo.


Noticia Biográfica


Carina Sedevich nació en Santa Fe en 1972 y reside en Villa Marí­a, Córdoba, Argentina. Ha publicado los libros “La violencia de los nombres” (Ediciones Fe de Ratas, Santa Fe, 1998), “Nosotros No” (Lí­tote Ediciones, Santa Fe, 2000), “Cosas dentro de otra cosa” (Lí­tote Ediciones, Santa Fe, 2000), “Como segando un carií±o oscuro” (Llanto de Mudo Ediciones, Córdoba, 2012, con reedición en Espaí±a), “Incombustible” (Alción Editora, Córdoba, 2013, con reedición en Espaí±a),  “Escribió Dickinson” (Alción Editora, Córdoba, 2014), “Klimt” (Suburbia Ediciones, Gijón, Espaí±a y Club Hem Editores, La Plata, Argentina, ambos en 2015), “Gibraltar” (Dí­namo Poético Editorial, Córdoba, 2015). En 2016 aparecerán “Un cardo ruso”, por Ediciones del Movimiento, Maracaibo, Venezuela, y “Cuadernos de Lolog”, por Pasto Ediciones, Córdoba, Argentina. Parte de su obra ha sido editada en antologí­as y publicaciones literarias de diversos paí­ses y traducida al italiano, al portugués y al mallorquí­n. Es licenciada en comunicación y especialista en semiótica.



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