Edición 58
Enrique Winter, poeta chileno
Como lo muestra esta selección cronológica de su obra, Enrique Winter es un poeta versátil que puede cambiar de registros y escribir poemas cortos, de imágenes precisas, y poemas de verso largo, donde la sonoridad del español brilla dichosa, donde llega a decir, por ejemplo: “la sal pica pimienta y la salpica”. Igualmente, en ocasiones le interesa jugar con la disposición de las palabras en la página y en otras crea juegos entre forma y contenido como las palabras partidas de su poema “Muñoz” que son fragmentadas por un guión y, una línea más abajo, son completadas por una nueva palabra que las concluye pero que también les agrega un nuevo sentido: así, la palabra “pareci-” es completada por “dos” una línea más abajo, pero en el nuevo verso “dos” no solo completa la palabra “parecidos” sino que también es el número: “dos pasajes de ida”. Así mismo, en su libro Guía de despacho los poemas van acompañados con cifras que asemejan el número de referencia de los productos de una tienda; así, también usa la forma en el título para entablar un diálogo y una crítica con el mundo comercial en el que vivimos. A pesar de la variedad señalada y la riqueza que esta supone hay una constante que vale la pena señalar en la poesía de este autor: Winter propone imágenes novedosas que se alejan del lugar común de las palabras clásicamente poéticas (silencio, grieta, noche, etc.) y que proponen relaciones y analogías con el mundo actual. No son imágenes estridentes que traen la realidad contemporánea a martillazos; por el contrario, tratan de construir relaciones complejas, a veces críticas e irónicas pero también estéticas: son imágenes que intentan proponer un acercamiento poético desde este siglo y este momento. Dice así, por ejemplo, “Un sol rojo en la playa, píxel en el ojo / de una foto digital que no debimos sacarnos”.
A continuación encontrarán dos poemas de Atar las naves, dos de Rascacielos, tres de Guía de despacho y cuatro de Lengua de señas, cuyos últimos poemas son primicia. Al ubicar estos dos últimos textos uno junto al otro, encontramos un recorrido imaginario por el río Hudson que en la vida real se puede hacer con un tren que se toma en la Grand Central Terminal en Nueva York. Es un tren que bordea el río y que nos lleva primero al museo de arte contemporáneo Dia en Beacon (donde el poeta escribió “Músculo músico del ojo tiene”) y, más adelante, si se tiene la fortuna como la tuvo este poeta chileno, a la casa del gran poeta John Ashbery en Hudson (donde Winter escribió “Here Is What It Is”, primero en inglés, en el marco de unos talleres de poesía dictados en la casa del poeta norteamericano, y que más adelante tradujo al español). Nos parece interesante transcribir las dos versiones de este poema porque la traducción es otra de las grandes habilidades de Winter —ha traducido a poetas de la talla de Charles Bernstein y Philip Larkin— y, también, porque al compartirnos estos textos el poeta conmemora la vida de Ashbery, que murió el 3 de septiembre de 2017.
De Atar las naves
Maestranza
Bajo la superficie de los mares
hay espacios en blanco.
Las crestas de las olas alcanzan caracteres
que sólo imprimen en mareas altas.
Estas dos hojas diarias se suman a otros mundos
y nuestra Vía Láctea lee.
Los juzga a todos malos, los arruga y los lanza.
Los agujeros negros: pura tinta perdida.
Soltar la cuerda
Nunca aprendimos a saltar la cuerda.
Mis padres la olvidaron
en el bazar de Presidente Errázuriz
dos nueve cero uno.
Al techo del lugar sigue amarrada,
balanceando a mi abuelo.
De Rascacielos
Arreboles en Quezaltepeque
Llevo el mareo de escolar que espera a su rival del callejón
o del que cuenta con los dedos las décimas de nota que le faltan
los mismos dedos que en las sábanas deshechas buscan ese cuerpo ido
como si el blanco fueran teclas de un piano que resiste
la ducha helada antes del trabajo
cruzando en camioneta por la arena
donde yacen los muertos del partido
recostados y hermosos en su caos
como el naranjo de la tarde pintado por las fábricas
el morado del pómulo escolar y los pañuelos de la despedida
que se enarbolan cual bandera: ser silla firme y mesa
un comedor de multitienda dándose forma con las manos.
Un plato
Cuando uno pasa la temporada sin relaciones sexuales
todas las que tuvo antes, varias de novela
escurren como restos de comida al fregar los platos.
Y ese plato limpio nada dice de los comensales ni de lo cenado.
Nada de su capacidad de contener una sopa o una carne nueva.
De Guía de despacho
Arquitectura 0096
Esto
la caja de zapatos donde vivo
la caja de zapatos donde vive mi padre.
Dos zapatos izquierdos.
–Cuando chica quería ser artista, veterinaria o astronauta.
–Yo arquitecto (me mira y no me cree).
Mi papá me llevó a la construcción algunos sábados. A mí me
encantaba. Una vez le pregunté en qué consistía su trabajo.
Me dijo que el arquitecto (primera vez que oía esa palabra y
me sonó importante de inmediato, como archiduque)
imaginaba el edificio y que la pega de él consistía en que
simplemente no se cayera. Un trabajo que sólo imaginaba
lugares me pareció extraordinario. No así la opaca labor del
padre. Los lugares imaginados se le comunicaban con dibujos.
Y a eso dediqué mi infancia, a dibujarle rascacielos y chozas.
La pega de mi papá consiste en que no se caigan.
Soles 0098
Un sol, la dicha
sorprende a la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre.
Un sol rojo en la playa, píxel en el ojo
de una foto digital que no debimos sacarnos,
interrumpido por líneas de nube (las cataratas)
y la tele del bus,
polvo que impide otros polvos
en un desierto que ningún pasajero reclama,
inadvertido el mar (el iris).
El bus auspicia la negra carretera
que corta el arrebol,
una camiseta que sería de rangers
si estuviera en mi tierra y no
donde ninguna construcción se ha terminado
para eludir impuestos o mirar las estrellas,
apenas cubiertas por la ropa interior colgada
y flameando: camisetas de un equipo pequeño
visitando el estadio de la masa tevita.
La rueda del triciclo armando un taco, este sol
tres cuartos en el agua su reflejo,
más la pantalla del bus que ese ojo rojo.
Una vez me dijeron que era un sol.
Y si para tocar el sol bastaba
poner el dedo chico en la primera
cuerda luego del do, siempre enseñaron
mejor el anular, voltearlos
como el cartel –cerrado– en los boliches
y me dan ganas de contarles cuál
es el cambio de sol a peso,
pero la tasa es otra (juego de manos
y muecas) cuando la pronuncio
en la guitarra.
En el cielo despejado no hay puntos de referencia
para decir cerca o lejos.
Mejor que venga el sol, que trague
a quienes lo permiten apenas quince días
retribuyendo el año de maltratos
(era gratis, gratuito, gratis, gratis).
Con el color ladrillo de las casas
sin terminar (ya, casi todas)
dorado el oro, el día, el hombre
no la plata, la luna, la mujer (acaso la pantalla
o bien la dicha de la mesera que recibe
la propina cual dios del mismo nombre).
Las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible.
En la ciudad que habito yo decido
si me alimento, si me abrigo, si miro mis pisadas cuando vuelva.
Quien decide afuera es el sol,
si crece algo de comer, si muero
de hipotermia o transpiro.
Le rezaría a él antes que a nadie:
yema de huevo de campo
derramada en mar la copa
no del galán de la tele
sí de los espectadores.
La clara previa a revolverse es una nube
y el cielo cubre la paila.
El ruido de ese aceite recuerda al de las olas
cuando se está en el mar y no con la conchita en el oído,
a regadores cuando empapan, y
las películas nos robaron hasta el atardecer.
El bus nos ha robado el viaje.
Al sol lo construyeron jornaleros
como los de este bus, que ni lo miran
ahora que la energía puede inventarse en otros soles,
que no los broncearán
aunque se juren invitados.
Difícil adorar a un único sol
cuando ya existe la palabra soles
y uno no sabe si vio el mismo ayer
(cambiaron el camino y la abrazada)
cuando al camino le salieron brotes
y a la que amamos, el fruncido ceño
las decenas de veces que intentamos la foto
con la puesta de sol, la espera
por revelar un rollo que nos presentaría
negros de nuevo, tapando un rojo inentendible
como el del ojo en tomas digitales.
Acaso quede el puro rojo
que ven los cerrados cuando al sol,
delgados pájaros de interferencia.
La terramoza (qué palabra) dice
que para una mejor visión de la película
se cierren las cortinas.
Muñoz 0126
Como quien carga un maremoto y por silenciarlo
mira con desprecio a quien no carga alguno
o no lo silencia,
el día que la vuelva a ver
veré expectativas y no esperanza, la poca mandíbula, anchura
de hombros, planicie de pechos, gordas las caderas,
un termómetro y no el termostato.
Diré –ya no le tengo ganas–. ¿Y es que deseo algo ahora
que para iluminarnos no hace falta el fuego?
Con la memoria de las yemas digitaré sus poros
podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar
y con lluvia, rodillas en la calle, afuera los duraznos, adentro
del funicular, boca abajo sobre la mesa de una pirámide. Una serie
de postales disueltas en agua, láminas del álbum, guías de despacho:
la gota de tortura china cava inocente en la cabeza
del condenado un agujero hacia la muerte. Una gota de agua.
Muñoz es quien repite la sentencia mientras tiembla su vaso
al tacto de otras manos –el miembro de tortura china
cava inocente en este pubis de condenada
un agujero hacia la muerte– una película que lleva cuatro horas,
la pareja sentada, las piernas en un lazo deletrean el muro.
Un guijarro guarda esa falta de greda.
No quita la sed mi negra, pues lo deseado no llena el cuerpo
de esta botella y si lo cubre es por mientras. Un envase vacío
de boca ancha, al que lo cargan bolsas o sellan tapas. O sellan
tapas sí, que se acumulan después de tanta rosca en la basura.
Quedo solo de envase no retornable.
Me esperará si llego tar-
desde ella me demoro
y me daré cuenta: con el atraso la perpetúo
como el deseo en los vestidos largos
o en años sin decirse.
El mar arriba el cielo abajo. Una ciudad se incendia
o se abandona y entran cenizas por el techo.
Ella de pie y al lago tembloroso lo cubren pétalos: la alfombra
donde acostar la orilla, que apenas por llevar sus nombres
hayamos sido aquéllos. Lo deseado no llena esta botella
sólo la arropa como una bolsa o una tapa.
El trueque de las ganas (color mascar la guinda
saborear y molerla, sonidos pareci-
dos pasajes de ida)
por el alivio del primer foco en una carretera a oscuras
(podremos hacerlo con vista al mar, pero lo hacíamos en el mar).
Un foco no es un paradero, los buses aceleran sin mí,
pegado en cómo lo alguna vez deseado ya no existe,
pues lo deseado muta.
Y uno no.
De Lengua de señas
CEDÍA QUE LA PALABRA
es una cosa y si es una cosa
lo más probable es que sea
como la oreja una herida
o esos paréntesis entre la ceja y la pestaña
para lo visto
cómo confiar en un aceite
así de transparente y claro
luego de sopaipillas
pasadas y empanadas
fritas las papas y refritas
cedía que la palabra
es un encierro narrado con aire
entonces solo caben dos opciones
para la palabra maltrecha
y devaluada porque esto se trata
de cuánto compra
o de mirar las nubes en la luna
y decir a qué se parecen
creaturas de mar carroza con caballos
un jinete con una herida en la cabeza
bordes de cinta adhesiva recién quitada
del aviso se arrienda bajo el influjo del alcohol la lluvia
la primera opción aislar las venas
que la irrigan presionando pulgares
sacar todo lo que no sea
la herida misma
pus cuchillos
y sellarla con un parche curita
por ejemplo para que deje
de sangrar y no moje ni se lea
ya como herida la palabra
se piense un parche como
cualquier otro los miles
de parches producidos
por los niños de china
otro respondía que no que
la sal pica pimienta y la salpica
aquí verde y ají
del gas por tubería al fuego
en la sartén saltan las sales
sobre la herida que no sana
cuando se escribe con condón
pero quién querrá leerlo cuando llegue raja del trabajo
en esta esquina la palabra del poder
y en esta otra el poder de la palabra
la segunda opción es abrirla
ensancharla más allá de la carne haciendo un océano de ese punto
rojo nadar crol en ella hasta más adentro gritando en cada boqueo
estilo mariposa de donde el cuerpo supiera que estaba herido
traspasarlo si es posible dejar a la sangre de los peces brotando
en oleadas que pasen por ahí hasta por casualidad rumbo a otros
miembros que la requieran algas incluso por las calles submarinas
un maremoto que por la herida abierta de la palabra manen todas
las palabras una sobre otra mojando hasta los cerros tan opacas
que no se viera el rojo volviéndose el café de grano de los troncos
por capas y leerlas todas horizontales como paisajes y verticales
retratos del fracaso pasional porque nadie lee menos un graznido
de pájaro viniendo a la tierra revuelta cuando es maleza aún y nada
en la sangre hasta aletearla amarilla del aromo y del aroma de la azul
herida el arma y presagia a un extraño en el gimnasio de la muerte
pero lo de aislarla lo cedía sinceramente como opción
palabra
blanca y hueso
fuera
del cuerpo la
noche amanece
limpia como la hija
en el primer día de clases
parche en la boca
ambas palabras un castigo
una herida la segunda
a lavársela con jabón
diciéndolo
sin lectura ni más sangre de la prometida por ella como herida
otro respondía que no que
somos mucha gente y más los lugares sin gente
y ojo el grano del papel ha enterrado el resto de los sentidos
arrastrando la quinua y el cuscús fuera de donde estira la toalla
cedía
devolverle a los poros lo que las palabras
les robaron el mundo nada menos
si no me toco un pie con el otro no sé si estoy
descalzo devolvérselo en uso de las mismas palabras
vida para las lenguas manos narices y orejas muertas
vida a través de su propio asesino
con perdón sin olvido
los agujeros en la piel para que entre el día pulsando
en los tapones
la sombra sobre la palabra sombra
me engaña la creo un doblez del libro de anatomía traducir así
páginas transparentes de órganos huesos piel una sobre otra
al tacto tácito
cuando invoca un recuerdo es que lo crea
había perdido la sana costumbre
de ponerle nombre a las cosas que quiero
que la palabra deje de llegar tarde a ellas a puro nombrarlas
con los ojos y solo ven un lugar a la vez
cuántos seres sabrán que hoy es domingo
que el amaretto del helado ya está en la almendra
y la chorrea la almendra anticipando el sol
como las flores del aromo
cabecita de aromo me cedía también cachancho
si es una cooosa exclama cuando le parezco tier
no nombraron colores los antiguos
en rojo negro y blanco aglutinaron
los que vieron importa si mate o brillante si seco o húmedo
no tomaron piscola los antiguos
y un hielo en la piscola parece un ojo de los tuyos
nunca olvido una cara
esto que escribo viajó al futuro en que se lee
y para hacerlo es al pasado donde viajas
a mi pasado no al de los antiguos
pero nada es tan espantoso como quien lo cuenta cree que es
la nostalgia un cuchillo de cocina
o la mancha que limpias con el dedo
y ya no está en el dedo ni en la mesa
cedía que el fin es el fracaso pero el fracaso no es el fin
el ánfora pecera el macetero las cajas de herramientas costureros
cuántas cosas existen que no necesitamos
para decirte cuánto vales requiero números y puntos
comas y aquí no hay
que la calle me calle
entre lo que las cosas dicen
y yo golpeo de ventanas y nada más podría
leer del soplo si es que apago la música o se mete
entre lo que las cosas dicen
y
HABÍAN DOS NIÑITOS
así comenzaban los chistes que inventaba mi hermano
no contaba chistes los inventaba y yo lo interrumpía
por fome a uno de los niñitos siempre le pasaba algo
se caía por ejemplo y yo le explicaba por qué era fome
cuando andaba de ánimo le cedía la ausencia de gracia
y teníamos un tío el rey arturo alias julín serra porque
julín serra era el rey de los delantales un fabricante
de uniformes para asesoras del hogar y a mi tío le decían
julín serra el rey de los delantales no por empresario
sino porque amó a todas las nanas y princesas de este
barrio y del otro hasta la noche de su muerte
yo lo recuerdo solo una tarde en que sembró el crataegus
o espino pero él dijo crataegus y quedó como cratehue
para mi madre para mí y dentro del jugo con mucho hielo
que le mojaba la barba al tío flaco sin pega estable
escuchando los chistes fomes de mi hermano y riéndose
de buena gana
me cerraba un ojo como diciéndome que lo cachaba
el chiste era fome como le cerró un ojo a mi hermano
en el único recuerdo que él tiene del mismo tío viniendo
tarde a la iglesia
cerrar un ojo hasta cerrar los dos pero
antes reírse de buena gana con los chistes de mi hermano
como nunca nadie lo había hecho
e inventar otros
signos de exclamación bocas abiertas dientes de leche
había dos niñitos y uno cualquier cosa decía el tío
era más chistoso que la cresta eran cochinos los chistes
y mi madre jugaba el rol de censurarlo haciendo que nos
riéramos más
a los diecisiete años de muerto mi tío murió julín serra
y como sucede con todos los dueños llovieron obituarios
le escribí un poema a mi tío peor que los chistes de mi
hermano porque no pensé en mi hermano y ahora son
veintitrés los años y uno solo el recuerdo con mi tío
versionando sus chistes
había dos niñitos
demasiado tarde aprendí que yo era el otro
MÚSCULO MÚSICO DEL OJO TIENE
mis ojos no por igualitos digo
los ojos mismos los dos míos higo
verde los vulva ella y cerca viene
a saludarme con un beso en cara
y despedirse quién diría en boca
yo estaba aquí cuando llegué le aclaro
mojado porque ando a pie y ya nadie
brinda techos más largos que su muro
y eso es un colchón o una galaxia
pregunto en el pasillo cuando indico
esas líneas cruzadas yo sin ojos
en la pared y son las líneas líneas
si no les da por retratar personas
HERE IS WHAT IT IS
inherited candelabras guard a clock
and the mirror that frames them shows us where
we come from
the entrance door also monkeys
hung from the rush matting and metallic lamp
what’s happening and what’s not
register the wait when clothes give space to the body
one misses a bit the clothes as much as
the body when months later gives space to the air
the gentleman in the portrait stares at the death
of a mexican general in the painting beside him
and could also appear in the plastic lamp’s sunset
black and white as another sunset in the biggest photo
that reflects the curtains ready to fly
and the outside
***
LO QUE VES ES LO QUE ES
candelabros heredados
cuidan un reloj y el espejo que los enmarca muestra
de dónde venimos
la puerta de entrada los monos
también cuelgan de la esterilla y la lámpara metálica
lo que está pasando y lo que no
regístrese la espera cuando la ropa da paso al cuerpo
se echa un poco de menos la ropa quizás tanto como
el cuerpo cuando meses después da paso al aire
el caballero en el retrato mira y mira la muerte
del general mexicano en la pintura contigua
y podría aparecerse en la tarde blanquinegra de la
lámpara plástica o en otro atardecer la foto grande
refleja las cortinas listas para el vuelo
y lo de afuera
Noticia Biográfica
Enrique Winter (Santiago de Chile, 1982) ha publicado en diez países los poemarios Atar las naves, Rascacielos (traducido como Skyscrapers), Guía de despacho y Lengua de seí±as (como Sign Tongue), y el disco Agua en polvo, reunidos en Primer movimiento, Código civil, De ruidos para construcción y orquesta, Nunca aprendimos a saltar la cuerda, Puste spacje, Suns y Oben das Meer unten der Himmel, además de la novela Las bolsas de basura. Traductor de antologías de Charles Bernstein y Philip Larkin, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie Chapbook-in-Translation, entre otros. Fue editor de Ediciones del Temple y abogado. Magíster en Escritura Creativa por NYU, coordina el diplomado de la PUCV y es escritor residente de la Sylt Foundation, de la Kí¼nstlerhí¤user Worpswede y de la Universidad de los Andes, en Bogotá.