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Edición 48

Luna Libros: Selección de “Método fácil y rápido para ser poeta – Tomo II”



Preámbulo

 

El Método fácil y rápido para ser poeta —en sólo dos tomos— es y no es un manual progresivo de iniciación, originado en el taller de poesía y creación literaria que funciona desde 1985 en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, con el auspicio de la Subgerencia Cultural del Banco de la República.

 

Este tomo incluye cincuenta capítulos en desorden lógico, o en riguroso desorden, como quiera el corrector. Lo dedicamos a Gloria Inés Palomino Londoño, ilustre directora de la Biblioteca, en reconocimiento a la autonomía con que diversos talleres trabajan al amparo de ese centro de cultura: ejemplo de respeto a la inteligencia y la libertad de pensamiento y expresión.

 

***

 

De los capítulos que componen este libro, Otro páramo ha hecho una selección de cuatro que presentamos a continuación. No incluimos las notas finales de cada capítulo que corresponden a citas de variados autores que profundizan lúcidamente los temas abordados por Jaramillo en cada texto. Dejamos estos fragmentos ocultos para invitarlos a acercarse a este interesante y polifacético libro.

 

La herencia del siglo xx: resumen de una reunión en el taller de poesía

 

Herencia del siglo xx para el xxi, en poesía de lengua española: borrar todo lo sabido y volver a empezar de cero. Error. Pero así fue. Abolido el verso, la poesía se escribe en prosa simple y pedestre: burda, caprichosa, fragmentada, desfigurada, entrecortada, dispersa, usurpada, como ordene el poeta. Y lo que es peor, para lo que antes fuera canto: sin inspiración, sin emoción, sin eufonía, sin ritmo, totalmente desangelada. Los tratadistas actuales están de acuerdo en señalar el fin de la poesía, cuya decadencia se registra desde el siglo v antes de la era cristiana. Desechar, olvidar el trabajo de los siglos, pereza, eso se llamó Libertad. Es el resultado de las revoluciones.

 

Gonzalo Arango fundó el nadaísmo para el rescate de la poesía; no para otra cosa, como quedó consignado en los primeros carteles y manifiestos. Importa recordar eso.

 

La poesía se considera libre porque no sigue normas: es de libre invención, lo cual requiere genio.

 

Las teorías no son anteriores a las obras. Se deducen de ellas.

 

Toda imitación es pobre. Todo seguidor carece de originalidad y talento.

 

Los hallazgos de las vanguardias enriquecen los modos expresivos. Continuarlas o imitarlas es permanecer en el pasado.

 

El surrealismo, proveniente de la pintura, hizo carrera en los medios audiovisuales, pero en la poesía fue parasitario y aniquilante. Colocar accidentalmente un paraguas junto a la máquina de coser no requiere facultades especiales. Todos los objetos del mundo están en el lugar equivocado. Esa computadora portentosa que tienes en tu casa quedaría mejor en mi estudio.

 

Lo abstracto y lo surreal existen desde siempre. Sólo los rótulos son nuevos. Las denominaciones en arte son propagandísticas.

 

La poesía experimental deriva hacia otras artes o formas de comunicación.

 

La poesía está en todo, pero no todo es poesía.

 

Al borrar sus fronteras, los géneros literarios desaparecen. Sigamos borrando, hasta que desaparezcan los países, las culturas, las civilizaciones, y regresemos al comienzo del mundo, informe y caótico. Si en eso consiste la libertad.

 

La libertad en las artes es relativa, como en todo. La obra de arte más original es siempre deudora de la tradición. Ruptura en arte no es más que un término engañoso. La chatarra informe que se exhibe en una importante galería encuentra su génesis en los recuerdos inconscientes del escultor.

 

La escritura automática puede ser de interés para el psicoanalista, pero en literatura no pasa de anecdótica y episódica. La elocuencia es irremplazable.

 

Nada es libre, ni los cometas.

La incoherencia es la disolución de la literatura.

La lectura es crítica, o no es nada.

Los secretos del arte no se condensan en fórmulas. Inspiración es revelación. El instante en que la visión aparece.

El poeta espontáneo equivale al pintor primitivista.

 

Talento desperdiciado. Arte menor, artesanía.

En literatura y en artes no se puede ir lejos a partir de sí mismo, desconociendo la historia.

La belleza es un concepto relativo, carente de definición, pero todo el mundo sabe lo que es. La sensibilidad es innata.

 

Existen los falsos poetas, pero no tienen nada qué ver con la poesía. Sólo hacen bulla y alborotan con inantil vanidad, aprovechando el desconocimiento general del asunto.

 

No le pida nada a la poesía. Si es poeta, dele todo lo que tenga, sin esperar recompensa. Al pie de las más importantes obras de arte de la humanidad se encuentra una tarjeta que dice: “Nunca se ha podido saber quién fue el autor de esta maravilla”.

 

El que se toma el trabajo de escribir para dejar su nombre en los anales de una ciudad de provincia, bien merecido tiene el honor, pues sacrificó su vanidad a su vida. La vanidad del lector no requiere recompensa pública. Por tanto es ya en sí un acto de sabiduría.

 

No existe amigo sin diálogo. Dialogue con sus libros, discuta con ellos, vuelva a sus páginas. Que su biblioteca sea viva. Que todo sea vivo a su alrededor. Hay personas que andan muertas. Y no son fantasmas. Son personas casadas.

 

 

 

 

Cómo leer poesía

 

                                                            Extracto de una conferencia en la Universidad Eafit, 7 de marzo de 2006.

 

Hace algunos años asistí en Caracas a una conferencia de un profesor español, titulada Cómo escribir un poema. La consecuencia es lógica: cómo leerlo. Si lo tienen que preguntar, nunca lo van a saber.

 

Escribir un poema es fácil. Cualquiera puede intentarlo. El único requisito es estar desocupado. Nada difícil, si observamos el índice de desocupados (que no es igual a la tasa de desempleo). Lo difícil es leerlo. Porque el que escribe es el único que sabe lo que escribió.

 

Primer dilema que se le presenta al lector: qué leer. Al comienzo se lee de todo, mientras se adquiere el olfato que nos evita la pérdida de tiempo, porque el tiempo está cada vez más escaso y más caro. En un minuto puedo saber si vale la pena leer un libro de poemas. Casi todos van directamente a la basura, pero algunos se salvan en mi estante (al menos por algún tiempo), y no siempre por su calidad poética.

 

La metáfora, la imagen y los viejos recursos retóricos y experimentales han perdido vigencia, por fortuna, y la poesía se expresa directamente, sin acertijos ni enigmas. La dificultad no debe consistir en la forma, sino en el significado. La comprensión de sentido puede no estar en lo aparente, sino más allá, en el trasfondo.

 

Se habla de la poesía en general por comodidad expresiva, y la fácil suposición de que todos entienden, lo que no es así, puesto que los conceptos carecen de significación universal.

 

El arte de la poesía acumula complejidades a través de milenios. De una estancia sencilla en apariencia se puede deducir toda la historia de la poesía en un tratado, o en un curso académico. Se formarán diagramas intrincados, como la evolución de la música. La poesía da innumerables vueltas sobre sí misma. Coexisten diversas concepciones estéticas, aun en un mismo autor.

 

Si la poesía llamada en verso libre se transcribe en la forma normal de la prosa, se deshace la ilusión.

 

El poema puede ser escrito en primera persona porque resulta efecto convincente, siempre que esa persona sea también la del lector, mas para eso se hace necesaria la astuta simulación, el arte del mago que transforma los escenarios en menos de un parpadeo. En la actualidad el individuo se expresa a sí mismo, no a una comunidad. Ése es su punto débil.

 

Por qué, para qué y para quién, son preguntas que suelen hacerse a la poesía por aquellos que emplean la interrogación como método de duda, incluyendo la respuesta en la pregunta.

 

Desde la pastoral hasta las extravagantes formas que ha llegado a soportar, la poesía pasa de la hermosa claridad a las oscuras zonas del subconsciente y el proceso onírico. La primera apreciación de las artes se da por medio de la intuición.

 

Todos los ismos que en el siglo xx se admiraron como invención y renovación pasaron a ser testimonio de decadencia.

 

La deificación de Aurelio Arturo es un acto calculado contra las vanguardias, en defensa de la poesía pura. Bueno o malo, según desde donde se mire. Siempre he considerado que Aurelio Arturo es un poeta menor en todo sentido, si bien pulcro, como corresponde al género bucólico. Pasó con humildad por la vida, nunca fue contra nada, y por eso es que resulta ejemplar. Su poesía se refiere al campo a principios del siglo xx, cuando el campo no estaba minado, e infestado de bandidos de todas clases, que acabaron con el sector primario de la economía y sumieron al país en la anarquía que hoy se padece. Poesía bien educada de los antiguos tiempos, que nada transgrede, para personas delicadas, a quienes les gusta el paisaje decorativo, sin gusanitos ni abrojos. Todas las campañas en beneficio de la pureza son sospechosas. Eso lo sabemos desde la primera vez que trajeron a la Virgen de Fátima, con sus mentidas palomas de la paz. Historia que no debiera olvidarse. Las tales palomas volvieron tiempo después, al parecer arrepentidas, pero ya era tarde.

 

Se busca de buena fe la orientación de la crítica como culminación de las artes, pero la crítica es como la historia: confusa, contradictoria, deformada para servir intereses, caótica, e imposible de establecer en ella verdad alguna. El procedimiento de alterar la historia por motivos literarios tergiversa la historia y desacredita la literatura. Dicen los críticos que los poetas colombianos han sido casi todos malos, pero peores han sido los críticos al avalar prestigios inmerecidos y crear falsos mitos. Si la lectura de la historia es difícil, en la crítica se pierde el más avezado.

 

Cuando hablamos de poesía —la auténtica— eso requiere algún refinamiento, una medida. Hay poetas que convierten en vicio la escritura, hasta el estrago. El que se ufana de haber producido cuarenta volúmenes de poesía, de todos no hace uno. Y es que cuando empiezan a decirle poeta, el tipo se lo cree, y se siente en la obligación de producir sin pausa para “su” público. Es la poesía profesional. Muere estragado por el nefando vicio de la poesía sin control, una diarrea como la de Pablo Neruda, que no tenía nada más qué hacer, pues no se ha sabido de ningún diplomático que haya muerto de trabajar. Eso lo leí en un librito que encontré.

 

La poesía no tiene técnica, sino sagacidad y sutileza. El verso fue sustituido por la apariencia del verso. Sin embargo, en esencia es el mismo verso, que atraviesa los siglos con distinto ritmo.

 

En Oriente, la poesía es intemporal. Todo pasa, la poesía queda. El mismo pájaro que escuchó el antiguo poeta chino lo sigue escuchando el poeta actual. Ni la poesía ni la pintura han evolucionado desde el principio. Siempre es el mismo arte. En las cuevas de Altamira —escribe el tratadista— está toda la pintura, y en los poemas antediluvianos toda la poesía. Fuente en la que se chapotea, pero que tiene la capacidad de renovarse. ¿Para qué? Para lo mismo que todas las cosas en el mundo: para nada. Se dice que todo salió de la nada. Si se dice, así debe ser. De lo contrario, no tendríamos por qué saberlo. Está en el Libro.

 

Leo el semiverso contemporáneo, que es prosa fragmentada —porque el verso fue sustituido por la apariencia del verso—, y el verso propiamente dicho, que obedece a un ritmo por fidelidad a sus orígenes en el canto y la danza. Ambos pueden ser bellos: el antiguo en la actualidad, el de hoy en el futuro. Porque en esencia es el mismo verso, que atraviesa los siglos con distinto ritmo. Si la poesía ha sido fiel al hombre desde el inicio de las culturas, eso justifica la fidelidad a la poesía.

 

Así como el agua es la que enseña a nadar, así la literatura enseña a escribir. Pero cada quién tiene que encontrarse con sus libros. Recomendar o imponer no da resultado. Recomendé una vez un libro en el taller. Uno de los asistentes me preguntó cuánto me pagaban las librerías por recomendar libros en el taller. Típica clase de criterio mal intencionado, a fin de sembrar dudas y enrarecer la convivencia. La mayor parte de los que llegan al taller piden teoría, porque creen que la teoría los capacitará para escribir. No es así. Seguir teorías es ser seguidor, imitador, epígono. La teoría no precede a la obra original. Se saca de ella. Pero pocos saben leer. Encontré este diálogo en un cuento:

 

—El requisito previo para leer por medio de una lámpara es que ya sepas leer.

 

—No puedes probar esa aseveración.

 

Se puede empezar a leer sin estar inspirado, y el buen texto se encarga de inspirar al lector. Pero no se puede empezar a escribir un poema sin estar inspirado, porque el resultado será invariablemente nugatorio. La inspiración es el estado en que el artista ve la obra antes de escribirla. Cada quién se inspira a sí mismo, predisponiéndose al encuentro con el tema.

 

Es el poeta el que tiene que salvar al poema; no al contrario.

 

 

 

 

¿Para qué más poesía?

 

Pregunta recurrente, que pretende poner a tambalear a los nuevos poetas. Quienes hacen la pregunta son los mismos que les recortan las alas a las aves. Se coge con trampa uno de esos pájaros que atraviesan el arco iris, luego se le recortan las plumas remeras de las alas y de la cola, y se pone a caminar al pájaro por el suelo de la casa para que lo pisen los niños y las señoras. Me extrañó mucho ver en parques de Medellín unos avisos que dicen: “No pise la grama ni los poetas”. Al principio no entendía. Después entendí: esos poetas de alas recortadas, que se arrastran por ahí.

 

La poesía es muy escasa. Es lo más escaso que hay. Por tanto, los poetas también son escasos. Leer una biblioteca de poesía para entresacar páginas, resulta decepcionante experiencia. El resumen que queda en la alquitara, aunque precioso, nos lleva a preguntarnos con inmensa nostalgia dónde están los poetas, qué se hicieron aquellos cuyos nombres ornaron el siglo antes de pasar a ser menos que un recuerdo en la memoria colectiva. Grecia no ha desaparecido porque sus antiguos poetas siguen vivos. Un pueblo está muerto cuando sus poetas murieron con él. La poesía del pasado acompaña a los muertos. El presente reclama nuevas voces. Es la respuesta sencilla y clara a una pregunta compleja, que intenta desbaratar todo el andamiaje de la cultura para devolverla a su origen: la contabilidad. Un pueblo se define por su cultura, no por sus efímeros billetes de banco, sus inciertos guarismos.

 

Sin poesía no hay mundo habitable. La poesía es la inspiración de todas las artes, y el arte la más alta forma de expresión. La búsqueda de la belleza es innata en el ser humano, como lo muestran las culturas primitivas. Una cara de la moneda indica su valor, pero la otra exhibe una alegoría, un emblema, un significado emocional, intangible. Es, pues, la poesía, lo que confiere el verdadero precio a la moneda, su credibilidad, la fe irracional en la cual se basa esa ficción: el dinero. La desvalorización es un índice de la pérdida de esa fe. Por algo la garantía del dólar se sustenta en una imagen universal de Dios. Si usted no cree en el dólar, usted es ateo.

 

El postmodernismo en artes es un esteticismo frío, carente de sentido. Antes se decía sin alma, o sin corazón, para indicar la falta de sentimientos. Pero, ¿qué ocurre? Que ese vacío cansa, ese ejercicio intelectual frívolo, sin contenido y sin meta, opuesto a la historia, repugna a la razón, contradice lo esencial en el hombre. Y es entonces cuando los viejos poetas resucitan, para recordarnos que el ser humano sigue siendo el mismo con otros decorados, y alertar contra las posturas inhumanas que anteceden a la robotización.

 

Sri Aurobindo considera que mientras exista la humanidad existirá la poesía, porque es de su esencia el deseo de expresar en formas bellas sus sentimientos, emociones, percepciones, ideas, deslumbramiento y admiración ante la Naturaleza y su propia existencia, y el misterio quizás insondable que percibe en cada cosa su imaginación y fantasía.

 

 

 

 

El humor en literatura

 

El humor suele ser mordaz. En él se expresan la ironía, la sátira, la crítica, con intención punzante. Y lo virulento y venenoso, áspero y zahiriente. Así como lo jocoso, divertido, juguetón o amable. Es un arma de varios filos. Se emplea para corregir y para destruir. Remplaza con ventaja al insulto y la agresión, y es un revulsivo social. “Nada desarma tanto como la risa”, anota Bergson. Muchas clases de humor hay, desde el chiste procaz al culto refinamiento. Quienes rechazan el humor en literatura lo excluyen de su vida: son los adustos, amargados, rencorosos, solemnes y aburridos. La risa empaña la trascendencia que algunos poetas a sí mismos se dan. “¡Oh tú, que tan generosamente te has nombrado a ti mismo!”, reclama Rama en el Ramayana.

 

El humor tiene origen fisiológico. En el humorismo hay contraposición de conceptos y aparente contradicción. En el sarcasmo hay color sombrío. En el humorismo hay convencimiento tácito de que nada es verdad y nada es serio, pero el tono es paternal en su comprensión. En la estilística del humor se mezclan lo gracioso con lo irónico y la sonrisa con la sátira. En cada cultura el humor tiene su manifestación propia, mas la risa es facultad universal. Diversos animales muestran capacidad de juego y burla, principio del humor. Los dioses también. Y la máscara, porque la máscara tiene vida propia.

 

Hay quienes rechazan el humor en poesía porque a ellos les fue negado. Desconocen valores superiores por los cuales perduran las obras más prestigiosas desde la remota antigüedad del idioma. Creen que sin su aval de hombres tristes dejarán de existir Cervantes y Quevedo y todos los demás. Debido al humor inteligente, el ingenio y la gracia, en Colombia se negó la calidad poética de Luis Carlos López (1879-1950) hasta que Jorge Zalamea lo rescató del olvido en una audaz campaña publicitaria porque, al carecer de criterio propio para justipreciar, el público se atiene a lo que le dicten desde Bogotá. Baste con este ejemplo sobresaliente porque la lista es larga: Manuel Uribe Velásquez (1867-1893), uno de los iniciadores de la poesía en Antioquia; Ciro Mendía (1892-1979), que permanece por el humor que matiza sus amargas reflexiones. Y León de Greiff, entre los más grandes de la lengua española, etc.

 

Después de la épica histórica la comedia inaugura el humor en literatura, desbordándose de la escena a la sátira epigramática y la canción popular. Desde el Satiricón la crítica social, para ser efectiva, requiere del humor. La crítica en general produce reacción agresiva. Pero la burla puede llevar a la vergüenza. Ésta no es un correctivo ni le reduce el sueño a la infamia, pero quienes han sido tocados por el sarcasmo quedan con un gusano interno que les habita y roe.

 

El humor, además de diversión, distensiona mediante un efecto tranquilizante. Desde que la poesía bajó del tono retórico al estilo conversacional, el humor de buena ley la preserva de caer en lo tedioso y pedestre.

 

No se trata del chiste y el chascarrillo, ni de la invectiva malévola, ni de la poesía jocosa propiamente dicha, ocasional y sangreligera, sino del humor que rebaja el impulso apasionado y provoca la sabia e indulgente sonrisa.

 

Reírse de todo, empezando por sí mismo. El que no ríe de sí mismo, los demás se reirán de él.


Noticia Biográfica


Jaime Jaramillo Escobar (Pueblorrico, Antioquia, 1932). Algunos de sus libros son (fecha de primera edición): Los poemas de la ofensa (Tercer Mundo, Bogotá, 1968), Extracto de poesía (Colcultura, Bogotá, 1982), Poemas de Geraldino Brasil (traducción, Tercer Mundo, Bogotá, 1982), Sombrero de ahogado (Colección Autores Antioqueños, Medellín, 1984), Poemas de tierra caliente (Universidad de Antioquia, 1985), Selecta (Tercer Mundo, Bogotá, 1987), Poemas principales (Pre-Textos, España, 2000), Alta Voz (EPM y ORBITEL, Bogotá, 2001), El ensayo en Antioquia (antología, Biblioteca Pública Piloto de Medellín, 2003), Poemas útiles de Geraldino Brasil (traducción, Pre-Textos, España, 2003), Barba Jacob para hechizados (selección, Biblioteca Pública Piloto de Medellín, 2005), Medellín en la poesía (antología, ITM, Medellín, 2006), Tres libros (Conaculta y Alforja, México, 2006), Tres poemas ilustrados (Tragaluz Editores, Medellín, 2006), Permiso voy a cantar (Metro de Medellín y Comfama, 2008), Cartas con Geraldino Brasil (Tragaluz Editores, Medellín, 2011).



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