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Edición 38

La persistencia de lo inútil: nueva antología de poesía editada por Guillermo Martínez



                              Tres nuevos poetas

 

Por Guillermo Martínez González

Bogotá, julio de 2016

 

El poeta está solo con las estrellas, sentencia Nietzsche, para indicar, por un lado, que su indagación de lo desco­nocido y las complejidades del espíritu, con frecuencia le ocasionna el escarnio o la indiferencia de la época carente de méritos en que vive. Del otro, que la expansión de lo huma­no, el derrumbe de las talanqueras de la razón, la percep­ción de lo sagrado, arrojan a la noche oscura, a la aventura que casi siempre está amenazada por el fracaso.

 

Algo de todo aquello, guardadas las proporciones, se puede advertir en este libro de irónico título, La persistencia de lo inú­til, que incluye a tres poetas, Camilo Marroquín, Margarita Losada y Daniel Padilla, oriundos del Huila. Los tres han asumido su destino con la obsesión y la claridad que no es­pera salvaciones ni frutos externos. Insisten porque están cruzados por el dolor de la vida, están tocados por la ne­cesidad del misterio, saben que la poesía es conocimiento esencial que justifica todos los riesgos, todos los llamados a la soledad.

 

Por supuesto, cada uno de estos poetas posee su propia voz, un recorrido que los distingue:

 

Una especie de rebelión desde adentro, de búsqueda en­tre los límites del silencio y la palabra, de ruptura del tiem­po, de mirada que anuncia la libertad como un acto que se conquista con dolor, marca los textos de Camilo Marroquín, imbuidos de un tono reflexivo, de una distancia en la que por momentos, como en una esquela del instante, apenas se escucha una canción.

 

Poemas breves, aleteantes en el abismo, la palabra de Mar­garita Losada se cifra en la herida fundamental, excava en las verdades de su ser, en las desgarraduras del alba y el lenguaje. Espera el momento de la unidad, el clamor de la luz, en un ambiente de fragmentación, en un coletazo que no cesa y puede ser devastador.

 

Con la densidad que concentra los fósiles y las galaxias, la nada y el asombro, el polvo y la gota de lo eterno, Daniel Pa­dilla exacerba textos de largo aliento, a veces en prosa, que en un tono lacerado o próximo a la ceguera, recaban en una condición menesterosa, que ahora y siempre palpita ante el sordo clamor de la sed, espera la extinción o el milagro.

 

En un poema sobre el cineasta alemán Fassbinder, uno de ellos dice: “En el fondo hay miedo/ o más bien/ una herida/ que la luna/ abre y cierra”. Tal vez estos versos resuman una atmósfera que da un indicio del libro. Cierto o no, el caso es que existe en estos poetas una intensa conciencia del mal, entienden el poema sobre todo como experiencia interior, prefieren, en cuanto a los temas centrales, afincarse en las zonas del ser, se expresan con un lenguaje impregnado de cautela y no de ostentación.

 

La relación entre la palabra y el silencio es constante, se manifiesta como tensión o posibilidad de unidad que sólo en el poema encuentra la dimensión que exige la búsqueda de su ambigüedad. El lenguaje sin el silencio no es nada y como diría Max Picard, “el silencio existe sin la palabra, pero no la palabra sin el silencio”.

 

Como fenómeno primordial el silencio impregna experien­cias tan fundamentales en la constitución humana como el amor, el erotismo, la muerte y la eternidad. El ruidoso des­conoce a Dios y, todas aquellas experiencias, sin el silen­cio, carecen de sentido, se viven como simples accidentes, desprovistos de una articulación secreta que conforma la creación, la historia del hombre y el misterio de la vida.

 

La persistencia de lo inútil, es una propuesta fértil y de calidad literaria que vale la pena señalar. Coincide con algunas ten­dencias de las últimas generaciones del país, caracterizadas por la diversidad, el predominio de lo personal y subjetivo, la creación como acto autónomo, provisto de múltiples re­ferencias culturales.

 

Visto desde un punto regional, que no sé si sea pertinente mencionar, ya que el libro evita a toda costa una mirada lo­cal, tal vez sea conveniente decir que esta selección, encar­na un relevo generacional, propone alternativas distintas de escribir el poema, presenta sin estridencias una renovación dentro de lo que se ha escrito en los últimos tiempos en el Huila.

 

Por esta y otras razones, resalto este libro que brilla solita­rio como una moneda intermitente en el mar ciego de las tormentas.

 

 

                              Camilo Marroquín Díaz

 

La música y el tiempo

 

La música no está dentro del tiempo,

pues ésta tiene su propio tiempo

que es válido sólo en otro mundo.

Y el tiempo, el tiempo no conoce

los límites de la música,

no la rige, porque ésta no sabe

cuándo detenerse,

pues como un río o la sangre

la música no sabe cuándo morir.

 

 

 

 

                              Margarita Losada Vargas

 

Alumbramiento

 

es preciso resolver el misterio

con un misterio más profundo

hacer del rostro

el lugar menos visible del cuerpo

y ver cómo de las sombras

lentamente

 

desciende la luz

 

 

 

 

                              Daniel Padilla

 

*

El negro es el color de la belleza. Saca de un surco de tinta una estrella, dibuja una delgada estela de nada oscura en el cielo, camina como una sombra sin cuerpo.

 

Más allá de la realidad lo que no conoces brilla en el fondo del abismo con un fulgor apenas presentido.

 

Verás llover una luz profundamente ciega para iluminar tus manos sumergidas en el agua. En la noche, todo lo que cae es más hermoso.


Noticia Biográfica


Guillermo Martí­nez González, La Plata (Huila), 1952 - Bogotá, 2016. Licenciado en Filosofí­a y Letras, vivió en Bogotá por muchos años y allí­ ejerció como librero y editor (Trilce Editores). Publicó los libros de poemas: Declaración de Amor a las Ventanas (1980), Puentes de Niebla (1987), Mitos del Alto Magdalena (1989) y El árbol Puro del Rí­o (1994), así­ como los libros de notas: Diario de Medianoche (1984) y El Ermitaño de los Lotos Verdes (2005). Ha sido incluido en numerosas antologí­as de poesí­a colombiana en el paí­s y el exterior y existen traducciones de su poesí­a en inglés, francés y portugués. Durante muchos años tuvo por pasión la poesí­a china y publicó versiones de sus poetas clásicos: El Bosque de los Bambúes (1987), Lu Xun Poemas (1988), El Solitario de la Montaña Vací­a, Poemas de Wang Wei (1996). Fue Director del Instituto Huilense de Cultura y Experto de la Revista China Hoy en Beijing. En 1993 obtuvo la Beca de Creación Individual en Poesí­a del Instituto Colombiano de Cultura. Falleció el 26 de septiembre de 2016.



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