Edición 16
Carlos Castillo Quintero: poesía colombiana
*Del libro inédito Noches con cerrojo —Fragmentos del Diario de W. G.
Día siete
Declaración del Capitán John Black:
Soy el enlutado que necesita silencio, el que canta a la intemperie y de memoria.
Soy el que ardió durante una noche completa, y ahora viste plumas de fuego y no recuerda nada de la guerra.
Soy el rostro de arenas azules asediado por un vuelo de pájaros nómadas.
¿Quién más podría ser?
Todavía conservo la huella de un cuerpo en mis manos. El final de una calle. El abismo en mi boca: Te negaré tres veces antes de que llegue el alba.
Sé que el viento sigue soplando y que el Mar muerto sigue muerto.
Mi casa es un montículo de tierra agobiado por maldiciones que se derriten como la cera.
He olvidado el rostro de los muchachos con ojos de cristal.
(Una anciana escupe sobre mi nombre)
Soy el que una noche de septiembre ―sin música de violines― miró de frente las cuencas vacías de la ciudad.
Extraño la boñiga fresca, el café al filo del amanecer, la ceniza, los dedos aprisionando la cuerda.
No presumo de la ausencia de mi ojo izquierdo, pero sé que las estrellas llegan primero que el amanecer.
Y sin nostalgia, repito: Te negaré tres veces antes de que llegue el alba.
Día cuarenta
(Suena: La Mer – Charles Trénet)
Con Rose habíamos hablado de la Señora Muerte:
Será en esa playa que conoces, allí a donde no van los bañistas, en donde atracan pequeñas naves de pescadores y una morena feliz atiende un restaurante que es un prodigio.
Una tolda, una silla y un hombre negro que a diez pasos me sonreirá, confiado en mi dinero hacia el final de la tarde. Una infinita cerveza fría, y un paquete de cinco Cohíbas que habré comprado, de contrabando, a un hombrecito que habrá jurado que es cubano, como los Cohíbas.
Debajo de mis lentes oscuros, mis ojos cerrados estarán leyendo por centésima vez el libro que tengo abierto entre mis manos: Muerte en Venecia.
Tomaré las pastillas, despacio, entre una cerveza y otra, entre un puro y otro… tomaré sesenta que es un número mágico y cuando empiece a sentirme mal, cuando el sol esté maduro y se precipite al mar iré tras él, con el último puro entre mis dedos ―ahora sí el último― y con la última cerveza que quizá ya no beba, me iré para siempre.
En la playa quedará la tolda, la silla vacía, y el libro abierto con el lomo hacia el infinito, atascado en la página 141 en donde acaso alguien lea:
«Allí se detuvo un momento, con el rostro vuelto hacia la anchura del mar, luego empezó a caminar lentamente, por la larga y angosta lengua de tierra, hacia la izquierda. Separado de la tierra por el agua, separado de los otros por un movimiento de altanería, su figura se deslizaba aislada y solitaria, con el cabello flotante, allá por el mar, a través del viento, hacia la neblina…»
Y sobre el libro, apisonado por un invisible reloj de arena que en vano tratará de frenar el final, aguardará el dinero para el hombre negro que, quizá, aguarde por mí hasta que la noche venga y lo jale hacia su noche.
Y la música se confundirá con el mar en un solo silencio.
*De Sin el azul del día
Una promesa
Y si por un río secreto
navegan desnudos los muertos
y un barquero ciego los guía
y, como corresponde, se queda con el cobre prensado
que los deudos ponen en los ojos
de aquellos navegantes.
A ese río,
y a ese barquero
habré de enviar
el agua taciturna que amanece en mi rostro
—la carroña—
el canto maldito que insiste
y, si es necesario, me abriré una ventana en el pecho
para que salga lo que de sombra quede
lo que te dañe
lo que no te guste
la piel usada,
el corazón y la palabra herida
habré de condenar al fúnebre destierro
con una bolsa de monedas
de oro puro que gratifique
el triste adiós que desteje ese río
y la incesante noche del ciego.
Arte poética
Has gastado los años y te han gastado
Y todavía no has escrito el poema.
Jorge Luis Borges
No olvida la palabra al que muere en el mar
o se abandona
a la tormenta que sabe que viene,
al que camina en la tiniebla o sobre las aguas
y escribe un único poema de arena
que borra con su pie.
No olvida, pero se pudre
como el agua quieta en una artesa
(o la sonrisa del muerto)
si no fluye
si no se pronuncia
si no se escribe…
¡Ah! de la lengua herida que se resiste
a develar el nombre
de uno que merece la horca,
la cárcel,
o por lo menos el desprecio
de su hija que vive lejos
y tiene un hogar
y recoge cerezas silvestres
y lo odia (en la noche lo odia)
y siente miedo.
¿Y qué del poseído
que desde el púlpito niega la canción de amor
que aprendió durante el último verano?
¡Ah! del tiempo que enmudece
en la falda de la adolescente
y roza sus muslos
mientras ella se arregla las uñas
ajena
a su madre que la mira desde el balcón
y aguarda a que su niña le cuente
o la brisa
o aquellos opulentos senos (¿envidia?)
le digan que su niña, ya no es su niña,
que ya conoce la mano de un hombre
la fuerza
el veneno en sus labios
(en su cintura)
la simiente en su entraña,
y el deseo de no ser sino en otro
del que apenas conoce el nombre.
¿Y qué del solitario que no sabe
cómo pedirle a la dama nocturna
que detenga la guadaña de su entrepierna,
o lo asesine?
No olvida la palabra, pero se olvida…
Se olvida el alfabeto de grillo
que escribe la lluvia sobre el asfalto.
El rezo del que no mueve los labios
porque no sabe ninguna oración.
El grito del niño en el útero
(su letanía) para que su mamá no llore, no maldiga,
no lo mate.
Se olvida la palabra,
se abandona en su cárcel
el signo cae, se amontona, inútil,
inútil el verso
si no sirve para decir tu nombre.

Noticia Biográfica
Carlos Castillo Quintero (Miraflores, Boyará, 1966) ha publicado los libros de cuento Los inmortales (2000), Carroí±era (2007), Espiral al Sur y otros relatos de la noche (2013), y Dalila Dreaming (2015); las antologías El placer de la brevedad / Seis escritores de minificción y un dinosaurio sentado (2005), y Pisadas en la niebla / Nuevos cuentistas boyacenses (2010); los poemarios Piel de recuerdo (1990), Burdelianas (1994), Rosa fragmentada (1995), Sin el azul del día (Premio CEAB, 2008), y Ab imo pectore- Antología personal (2010). Ha sido incluido en antologías y revistas literarias de Colombia, Venezuela, Argentina y Espaí±a. Cuentos y textos suyos sobre Escritura Creativa han sido traducidos al inglés. Ha ganado varios premios entre los que se destacan: Premio de Novela, CEAB 2015. Premio Bienal de Novela Corta Universidad Javeriana, 2012. Premio Nacional de Cuento convocado por el Ministerio de Cultura y dirigido a directores de RELATA, aí±os 2011 y 2012. Premio Nacional de Cuento Universidad Central, 2012. Premio Libro de Cuentos, CEAB 2012. Premio Libro de Poemas, CEAB 2007. Premio Nacional de Poesía Universidad Metropolitana de Barranquilla, 2002.
Actualmente es profesor asociado del Taller de Escritores de la Universidad Central – TEUC, y docente de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional.