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Edición 18

El vací­o parpadeo del aire: W. D. Snodgrass



William de Witt Snodgrass fue un poeta estadounidense reconocido por haber ganado el Premio Pulitzer de Poesía en 1960 con el libro Heart’s Needle. Si bien se le concibe con frecuencia como uno de los fundadores de la poesía confesional, el propio autor afirmó en vida que detestaba este término porque era una etiqueta periodística que bien se podía leer con connotaciones religiosas –y él no se concebía a sí mismo como religioso– o bien como si se tratara de un escritor de memorias de dormitorio. Más allá del concepto, es válido reconocer que la poesía de este autor suele estar relacionada con su vida cotidiana y trabaja los sentimientos dolorosos que habitan y aparecen en esta. Buena parte de los poemas presentados en esta selección hacen parte de esta veta del poeta. No obstante, en un momento posterior de su obra, Snodgrass amplió su visión para examinar los problemas del siglo XX en la cultura occidental. En este último sentido, es reconocido el libro Fuehrer Bunker en que da voz a los hombres y mujeres que compartieron el bunker de Adolf Hitler en 1945. A continuación presentamos esta selección de cinco poemas de Snodgrass traducidos por el equipo de Otro páramo.

 

                                                            *Traducción de Juan Afanador y Santiago Ospina

 

 

 

 

Una casa con llave

 

Mientras conducíamos de regreso, cruzando la colina,

la casa aún

oculta entre los árboles, yo siempre pensaba

—un miedo de tonto— que podría haberse encendido

en llamas, alguien podría haber penetrado.

Como si las cosas debieran de ser

demasiado buenas aquí. Aún, siempre la encontrábamos

bien asegurada, sana y salva.

 

Mencioné eso, una vez, a manera de chiste;

hablamos, sin lugar a dudas,

sobre lo absurdo

de temerle a la envidia de un dios arisco

de nuestra buena fortuna. Desde la granja

de al lado, nuestros vecinos no vieron que algún mal

llegara a las cosas que queríamos aquí.

¿Qué teníamos que temer?

 

Tal vez debí haber pensado: todas

esas cosas se pudren, caen

—graneros, casas, muebles.

Los dos somos más fuertes que lo que éramos

separados; hemos crecido

juntos. Todo lo que poseemos

puede arder; sabemos lo que cuenta —una idea

de ese estilo. Dijimos tanto.

 

Hemos visto a amigos llevados a la traición;

sintieron que el amor les vació

algún yo que necesitaban.

Habíamos dicho que el amor, como un brote, puede alimentarse

del odio que entregamos y disfrazamos;

nos advertimos. Que tú podrías despreciarme

—odiar todo lo que más amamos—

ninguno de los dos lo pudo haber adivinado.

 

La casa aún está en pie, con llave, como estuvo en pie

intocada unos buenos

dos años después de que partiste.

Algunas cosas se perdieron en el acuerdo;

algunas cosas se escabulleron. Suficiente ha quedado

para que yo vuelva algunas veces. El robo

y el vandalismo eran de nosotros.

Tal vez debimos haberlo sabido.

 

***

 

A Locked House

 

As we drove back, crossing the hill,

The house still

Hidden in the trees, I always thought—

A fool’s fear—that it might have caught

Fire, someone could have broken in.

As if things must have been

Too good here. Still, we always found

It locked tight, safe and sound.

 

I mentioned that, once, as a joke;

No doubt we spoke

Of the absurdity

To fear some dour god’s jealousy

Of our good fortune. From the farm

Next door, our neighbors saw no harm

Came to the things we cared for here.

What did we have to fear?

 

Maybe I should have thought: all

Such things rot, fall—

Barns, houses, furniture.

We two are stronger than we were

Apart; we’ve grown

Together. Everything we own

Can burn; we know what counts—some such

Idea. We said as much.

 

We’d watched friends driven to betray;

Felt that love drained away

Some self they need.

We’d said love, like a growth, can feed

On hate we turn in and disguise;

We warned ourselves. That you might despise

Me—hate all we both loved best—

None of us ever guessed.

 

The house still stands, locked, as it stood

Untouched a good

Two years after you went.

Some things passed in the settlement;

Some things slipped away. Enough’s left

That I come back sometimes. The theft

And vandalism were our own.

Maybe we should have known.

 

 

 

 

Sentado afuera 

 

Estas sillas de jardín y la chaise lounge

de voluminosa madera de secuoya fueron compradas para mi padre

hace veinte años, luego desplomadas en el patio

adonde él iba raras veces cuando aún podía trabajar

y nunca se quedaba un largo rato. Su brazo izquierdo

en un cabestrillo, luego talado, ahí fumaba o dormía

mientras el tiempo duraba, miraba qué autos pasaban,

leía los reportes de la bolsa, contaba pastillas,

luego dormitaba de nuevo. Yo no fui allá

en esas últimas semanas, harto de los delirios

que ellos aún tenían, su charla de planes

para algún tour en bote o un viaje a las Bahamas

una vez que se hubiera recuperado. Bajo nuestros sauces,

a este viejo conjunto le ha ido bien: nos hemos sentado en compañía,

leído o tomado notas —aunque los apoyabrazos

se ponen secos y astillosos o las llantas se caen

por lo que todo el armazón se debilita si se arrastra

a través del áspero terreno. Claro que los árboles,

también, pueden no durar: las hojas se huracanan,

las ramas se quiebran, la corteza perforada

se separa, luego se desprende. Yo mismo tengo un hijo

con cosas por las que preocuparme. A veces pienso

desde que me retiré, sentado aquí a la sombra

y sintiendo los vientos virar, que debo de haber estado lleno

de un pavor infantil de que podías encontrar a alguien muriendo

si te acercabas demasiado. Y no puedes estar seguro del todo.

 

***

 

Sitting Outside

 

These lawn chairs and the chaise lounge

of bulky redwood were purchased for my father

twenty years ago, then plumped down in the yard

where he seldom went when he could still work

and never had stayed long. His left arm

in a sling, then lopped off, he smoked there or slept

while the weather lasted, watched what cars passed,

read stock reports, counted pills,

then dozed again. I didn’t go there

in those last weeks, sick of the delusions

they still maintained, their talk of plans

for some boat tour or a trip to the Bahamas

once he’d recovered. Under our willows,

this old set’s done well: we’ve sat with company,

read or taken notes—although the arm rests

get dry and splintery or wheels drop off

so the whole frame’s weakened if it’s hauled

across rough ground. Of course the trees,

too, may not last: leaves storm down,

branches crack off, the riddled bark

separates, then gets shed. I have a son, myself,

with things to be looked after. I sometimes think

since I’ve retired, sitting in the shade here

and feeling the winds shift, I must have been filled

with a child dread you could catch somebody’s dying

if you got too close. And you can’t be too sure.

 

 

 

 

Quien roba mi buen nombre 

 

                                                            A la persona que obtuvo mi número de tarjeta débito y gastó $11,000 en cinco días

 

Mi pálida hijastra, recién salida del bus escolar,

masculló: “¡Bueno, esta es la última vez que digo que mi apellido

es Snodgrass!”. Así pues, que ese anónimo

varón mexicano que pródigamente reclama

 

mis líneas de clan, identidad y los dieciséis

dígitos que desbloquean mi cuenta bancaria,

se lo piense dos veces. Que menos que un nombre propio

ha sido tomado por tres exesposas, cada una por un monto

 

que excede todo lo que usted ha despilfarrado, cada una más que contenta

por cambiárselo de nuevo. Ese apellido que usted finge

puede tener más consecuencias que recibir burlas

de niños tontos o ser rastreado por detectives bancarios.

 

No subestime su historia: uno de los nuestros tocó

piano en la transmisión semanal de su prisión;

uno se enriqueció en un fraudulento quiz show; uno hizo

un desastre que costó la Serie Mundial. Mi propio pasado

 

lo podría someter a culpa por asociación:

si escribe algo más que cheques falsos,

abandone toda esperanza de ser publicado en una gran editorial

o premios —los críticos rehúyen del nombre como al sexo

 

sin condón. Quienquiera que roba mi cartera

ayuda a encadenarme de nuevo a mi mesa de escribir

para diversión y lucro. Así que reciba las gracias con mi maldición:

que su seudónimo lo ayude a enviarlo a su pluma.

 

***

 

Who Steals My Good Name

 

                              For the person who obtained my debit card number and spent $11,000 in five days

 

My pale stepdaughter, just off the school bus,

Scowled, ‘Well, that’s the last time I say my name’s

Snodgrass!’ Just so, may that anonymous

Mexican male who prodigally claims

 

My clan lines, identity and the sixteen

Digits that unlock my bank account,

Think twice. That less than proper name’s been

Taken by three ex-wives, each for an amount

 

Past all you’ve squandered, each more than pleased

To change it back. That surname you affect

May have more consequence than getting teased

By dumb kids or tracked down by bank detectives.

 

Don’t underrate its history: one of ours played

Piano on his prison’s weekly broadcast;

One got rich on a scammed quiz show; one made

A bungle costing the World Series. My own past

 

Could subject you to guilt by association:

If you write anything more than false checks,

Abandon all hope of large press publication

Or prizes—critics shun the name like sex

 

Without a condom. Whoever steals my purse

Helps chain me to my writing desk again

For fun and profit. So take thanks with my curse:

May your pen name help send you to your pen.

 

 

 

 

El poeta ridiculizado por académicos histéricos 

 

¿Es, entonces, tu opinión

que las mujeres son masilla en tus manos?

¿Esta es la cara que le arrojas

a mil relaciones de una sola noche?

 

Primero, por favor, ¿serías tan amable

de definir tu contribución

al verso moderno, a la mente de Occidente

y las instituciones humanas?

 

¿Dónde, dónde está el largo, fluido cabello,

el traje de terciopelo, el ancho corbatín;

dónde está el aire de otro mundo,

dónde el ojo abstraído?

 

Describe la influencia en tu verso

de la imponente línea de Oscar Mudwarp,

las teorías de Susan Schmersch

o la declinación del espondeo.

 

¿Tú has trabajado para presentarnos

este volumen del tamaño de un ratón; esto ha de igualar

las glorias épicas de Joe Smith?

Él sólo ha traído una secuela.

 

¿Dónde están la barba, los bongós,

la camiseta andrajosa, las sandalias mugrientas,

como quien, liberado de Iowa, viene

a relatar escándalos maravillosos?

 

¿Tienes ideas subversivas, pasadas de moda,

o controversiales?

¿Y puedes de verdad trabajar tan duro

entre tales mentes como estas?

 

Ah, cuán vana la carrera por el profesorado,

Ah, qué el PhD.,

cuando todos los departamentos tienen un lugar

para mequetrefes como tú.

 

*** 

 

The Poet Ridiculed By Hysterical Academics

 

Is it, then, your opinion

Women are putty in your hands?

Is this the face to launch upon

A thousand one night stands?

 

First, please, would you be so kind

As to define your contribution

To modern verse, the Western mind

And human institutions?

 

Where, where is the long, flowing hair,

The velvet suit, the broad bow tie;

Where is the other-worldly air,

Where the abstracted eye?

 

Describe the influence on your verse

Of Oscar Mudwarp’s mighty line,

The theories of Susan Schmersch

Or the spondee’s decline.

 

You’ve labored to present us with

This mouse-sized volume; shall this equal

The epic glories of Joe Smith?

He’s just brought out a sequel.

 

Where are the beard, the bongo drums,

Tattered T-shirt and grubby sandals,

As who, released from Iowa, comes

To tell of wondrous scandals?

 

Have you subversive, out of date,

Or controversial ideas?

And can you really pull your weight

Among such minds as these?

 

Ah, what avails the tenure race,

Ah, what the Ph.D.,

When all departments have a place

For nincompoops like thee?

 

 

 

 

Vuillard: “La madre y hermana del artista” 

                                                            (Instrucciones para la visita)

 

Admira, cuando vengas acá, el cabello de luz tenue

de la niña; alaba su pálida

complexión. Piensa bien de su vestido

aunque esté algo pasado de moda.

No trates de tomar su mano, pero sonríe por

su gentileza vacilante,

di que la anciana mujer se ve robusta

hoy; tal dureza. Comenta,

quizás, cómo se ha vestido ella misma de negro

como un sacerdote y viste ese aire suficiente

que sí hace a los honrados.

A medida que te acercas, ella retrocederá

su silla, empujará lejos su plato

y esperará,

sentada en cuclillas y directa, ante

el cofre de caoba roja

masivo como una gran

bóveda; esperará,

junto a la mesa y su plato grasoso,

el hueso a medio roer, su vino medio vaciado;

ella esperará. Y fijará sus firmes

ojos sobre ti —la mirada directa

de un viejo político.

Intenta una vez encontrar sus ojos. Pero falla.

Deja que tu vista

esté a la deriva —si bien nunca como si estuviera cazando

las llaves (tú sigues imaginando) colgadas

en su cinturón. (No están ahí.)

Mira, quizás, ese cofre masivo —la manera

en que trata de inclinarse

hacia delante, hacia ella, hasta que parece descansar

su entero peso doméstico

de ropa de cama y prendas y provisiones

todo sobre su espalda tiesa.

Puede que esté atado ahí como el bulto monstruoso

de algún embrujado vendedor ambulante. Denso, autocontenido,

como mercurio en una bola,

ella puede soportarlo sin esfuerzo,

igual se vuelve más chica, arrugándose,

como una papa, reseca como estiércol;

la aprisiona como un puño.

No le preguntes a nadie por qué el cofre

no tiene manillas. No traiciones

la menor sospecha

las necesidades ahí dentro

podrían desaparecer a su

voluntad. Intenta no pensar

que ella se alimenta, gana

gravedad especial,

se encoge, in-

grávida como el núcleo duro

del mundo

y la per-

spectiva se escurre

en ella.

Finalmente, sobre todas las cosas,

nunca debes mirar,

o dejar que se te escape una pista de que puedes ver,

hacia el otro lado, los puños

de la niña, como correas de cordobán;

olvida su huesuda, tentativa muñeca,

los ojos malnutridos, perturbadores, y cómo

se echa para atrás, se inclina e intenta inclinarse

fuera de escena, crece demasiado etérea

para hacer una forma en su vestido

y el vestido mismo ya está comenzando

a sublimarse él mismo como un vapor

que se fusiona dentro del vacío parpadeo

del aire y el brillante papel tapiz.

 

***

 

Vuillard: “The Mother and Sister of the Artist”

                                                            (Instructions for the Visit)

 

Admire, when you come here, the glimmering hair

Of the girl; praise her pale

Complexion. Think well of her dress

Though that is somewhat out of fashion.

Don’t try to take her hand, but smile for

Her hesitant gentleness.

Say the old woman is looking strong

Today; such hardiness. Remark,

Perhaps, how she has dressed herself black

Like a priest, and wears that sufficient air

That does become the righteous.

As you approach, she will push back

Her chair, shove away her plate

And wait,

Sitting squat and direct, before

The red mahogany chest

Massive as some great

Safe; will wait,

By the table and her greasy plate,

The bone half-chewed, her wine half-drained;

She will wait. And fix her steady

Eyes on you—the straight stare

Of an old politician.

Try once to meet her eyes. But fail.

Let your sight

Drift—yet never as if hunting for

The keys (you keep imagining) hung

By her belt. (They are not there.)

Watch, perhaps, that massive chest—the way

It tries to lean

Forward, toward her, till it seems to rest

Its whole household’s weight

Of linens and clothing and provisions

All on her stiff back.

It might be strapped there like the monstrous pack

Of some enchanted pedlar. Dense, self-contained,

Like mercury in a ball,

She can support this without strain,

Yet she grows smaller, wrinkling

Like a potato, parched as dung;

It cramps her like a fist.

Ask no one why the chest

Has no knobs. Betray

No least suspicion

The necessities within

Could vanish at her

Will. Try not to think

That as she feeds, gains

Specific gravity,

She shrinks, light-

less as the world’s

Hard core

And the per-

spective drains

In her.

Finally, above all,

You must not ever see,

Or let slip one hint you can see,

On the other side, the girl’s

Cuffs, like cordovan restraints;

Forget her bony, tentative wrist,

The half-fed, worrying eyes, and how

She backs out, bows, and tries to bow

Out of the scene, grows too ethereal

To make a shape inside her dress

And the dress itself is beginning already

To sublime itself away like a vapor

That merges into the empty twinkling

Of the air and of the bright wallpaper.


Noticia Biográfica


William de Witt Snodgrass fue un poeta estadounidense reconocido por haber ganado el Premio Pulitzer de Poesí­a en 1960 con el libro Heart’s Needle. Si bien se le concibe con frecuencia como uno de los fundadores de la poesí­a confesional, el propio autor afirmó en vida que detestaba este término porque era una etiqueta periodí­stica que bien se podí­a leer con connotaciones religiosas –y él no se concebí­a a sí­ mismo como religioso– o bien como si se tratara de un escritor de memorias de dormitorio. Más allá del concepto, es válido reconocer que la poesí­a de este autor suele estar relacionada con su vida cotidiana y trabaja los sentimientos dolorosos que habitan y aparecen en esta. Buena parte de los poemas presentados en esta selección hacen parte de esta veta del poeta. No obstante, en un momento posterior de su obra, Snodgrass amplió su visión para examinar los problemas del siglo XX en la cultura occidental. En este último sentido, es reconocido el libro Fuehrer Bunker en que da voz a los hombres y mujeres que compartieron el bunker de Adolf Hitler en 1945.



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