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Edición 53

José Melián: poesí­a española



Observo el mar lleno de alisios (poema inédito)

 

Observo el mar lleno de alisios,

pinsapos y abetos verdes.

Observo el mar recién arado;

veo correr moradas liebres

Pomposas olas de estiércol

limpian las lluvias de peces.

Vuelo por esta tierra azul

como un atún de vertiente.

Veo los yugos de los meros

y los anzuelos de los bueyes.

Ni a las seis ni a las cinco,

el grillo canta a las siete.

Cuando se desentierra el sol

y aparecen los nuevos trenes.

Navega el caballo en el rí­o

y rema con alas de nieve.

Trota el salmón por la ribera

con sus herraduras y siente

las hierbas entre sus crines

y el viento entre sus dientes.

La mañana tiembla de gracia.

La tarde, hoy, no se acontece.

El barco sobre la montaña

y el naranjo sobre la fuente.

El cielo funde a la tierra

y el mar ya no me sostiene.

Me hundo entre animales

grito y nadie me entiende.

Las ratas sedientas, arañan

mi blando y blanco vientre

y los gusanos hacen nidos

en mis ojos y en mis sienes.

Y las moscas ponen huevos

en mi oí­dos y en mis dientes.

Mi triste lengua da calor

a las recién nacidas liendres.

Descompuesta está mi carne,

me devoran insectos verdes.

Mi sangre se esparce en coral

y entre aires ásperos crece.

Y se enrosca en mi cuello,

aún no enterrado, la sierpe.

Y entre cucarachas, larvas,...

¡Qué vengan, y qué me despierten!


Noticia Biográfica


José Melián (Málaga, 1996). Nació y se crió, embardunado con salitre, bajo su cielo azul y el olor a sal que desprende su Málaga marinera. Sus primeros balbuceos fueron: <<pupo, pupo>>, algo extremadamente normal cuando la vinculación con el mar es casi sanguí­nea. En su eterna nií±ez solí­a ser raptado con frecuencia por el pedabobo, al parecer, confundí­a la C con la T. Su madre, en su eterna tarea de recordarle las cosas, le cuenta, con cierta frecuencia, que decí­a: <<Vamos a la tasa>>. Aunque él defiende con cierta ingenuidad que no las confundí­a, que jugaba con el lenguaje. Dejando atrás la nií±ez; dejó de hacer castillos en la arena, en el aire… Dejó, también, de adentrarse en la mar para hacerlo en las bibliotecas. Así­, verso a verso, fue sustituyendo lo marino por lo literario.



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