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Edición 41

Ediciones El Puente en la Habana de los años 60



La historia está llena de contingencias que afectan y determinan las posibilidades de las artes. Hay libros que un incendio ha cerrado para siempre y guerras que han motivado a un jardín de intelectuales a encontrarse o a separarse. Este es el caso de los poetas reunidos en torno a Ediciones El Puente, editorial independiente de Cuba que fue cerrada en 1965 por instrucción de los dirigentes de la “revolución cubana” y que fue desprestigiada y casi olvidada hasta años recientes —claro está, durante todos estos años la memoria del El Puente fue preservada en el frágil cuenco de la memoria de sus protagonistas y de las primeras versiones de sus textos. Recientemente se han iniciado intentos de desempolvar la historia de esta editorial y del grupo de escritores que se reunieron en torno a esta. Sobresale, entre estos intentos, la cuidadosa labor editorial del poeta cubano Jesús Barquet en Ediciones El Puente: en La Habana de los años 60 la recopilación más completa que existe hasta el momento sobre este grupo.

 

En enero de 2011, se publicó la primera edición de este libro en México bajo el sello editorial Ediciones del azar. Se trata de una antología que compila buena parte del trabajo que 23 poetas —la mayoría de ellos cubanos— publicaron cuando jóvenes en la corta pero provechosa vida de esta editorial. Igualmente, contiene algunos de los estudios académicos más interesantes acerca de El Puente que permiten comprender el valor histórico de este grupo literario que se opuso a la llamada Generación de los años 50 y al renombrado Grupo Orígenes. Esta empresa terminada por Barquet es histórica porque vuelve a insertar en la discusión acerca de la poesía cubana —con este hermoso y gran libro, que parece querer pararse en la historia literaria de su país como una gigante roca para ser admirada— a este grupo que fue censurado en el plano de lo literario, pues la editorial fue clausurada en 1965 y, desde entonces, no se ha promovido la reedición de muchos de sus valiosos libros y se ha evitado la discusión abierta acerca del grupo.

 

Encontrar este libro fue para Otro páramo como encontrar un tesoro. Publicar una selección de estos poemas no es solo una labor enriquecedora para la poesía de nuestro continente, no es solo un diálogo importante que tiene que ventilarse cada vez más y mejor, sino que es el saldo de una deuda con la historia intelectual de Latinoamérica y, más concretamente, con estos poetas que le apostaron a generar una poesía que trascendiera lo propagandístico y que intentara dar razón de la situación humana sin caer en hermetismos. Lo hicieron con tal convicción que a algunos de ellos les implicó la represión o el exilio. El Puente fue un espacio incómodo, en el cual José Mario Rodríguez —el incansable editor de El Puente—, en coordinación con Isel Rivero —una de las fundadores de la editorial—, le dieron voz a los jóvenes que no tenían cabida en otras publicaciones de la época, como lo fue Lunes de Revolución —revista literaria a la que Isel precisamente había escrito tiempo antes de la fundación de El Puente para reclamar por el poco acceso que allí se le daban a los poetas más recientes o inéditos. Puesto que algunos de estos escritores hacían parte de minorías étnicas o sexuales, se ha entendido con el tiempo que la nombrada persecución y la valoración de las obras del grupo fueron más de carácter extra-literario y moralista que de orden estético. Por esto, la historia de la editorial, tristemente, también es el recuerdo de lo lejos que puede llegar la política para oprimir la diferencia. Pero aquí están sus textos, brillando con sus colores particulares en nuestro páramo, donde queremos que florezcan y encuentren otro espacio para seguir siendo escuchados. Hay contingencias que afectan los meandros de la historia, pero también está en manos de la historia, de nuestra historia, recoger aquello que aún se puede preservar y difundir.

 

A continuación les presentamos una selección de poemas realizada por Otro páramo de ocho poetas que fueron publicados en El Puente o cuya aparición en la editorial estaba siendo preparada en el momento del cierre: Isel Rivero, Mercedes Cortázar, Belkis Cuza Malé, Pío E. Serrano, Lilliam Moro, Gerardo Fulleda León, Georgina Herrera y Reinaldo Felipe García Ramos. Dejamos las notas al pie realizadas para la edición de Ediciones El Puente: en La Habana de los años 60 pues dejan ver cuáles fueron los cambios o correcciones que algunos de los autores les hicieron a los textos al revis(it)arlos.

 

 

Los invitamos, por último, a leer este excelente libro en su totalidad; se podrá conseguir a través deAmazon.com después del 26 de diciembre de 2016.

 

 

 

 

Isel Rivero

 

Nació en La Habana en 1941. Obra poética: Fantasías de la noche (1959), La marcha de los hurones (1960), Tundra: poema a dos voces (1963), Toundra (1969), Songs (1972), From Iron Eagle (1974), Night Rained Her (1976), Águila de hierro (1980), Nacimiento de Venus (1980), Palmsonntag (Palm Sunday) (1981), El banquete (1981), Relato del horizonte (2003), Las noches del cuervo (2007), De paso (2011), Las palabras son testigos (Words are Witnesses) (Edición bilingüe con la traducción de Benito del Pliego, 2011). Su próxima publicación recibirá el nombre de El jardín hambriento.

 

 

La marcha de los hurones

 

                                                            ¡Realmente vivo en tiempos oscuros!

                                                            La palabra sincera es una locura. La frente pura

                                                            revela apatía. Si te ríes,

                                                            todavía no conoces

                                                            el terrible anuncio.

                                                            ……………………..

                                                            Ese hombre que atraviesa la calle tranquilo

                                                            ¿ya no será alcanzable

                                                            por los amigos necesitados?

 

                                                            Bertolt Brecht

 

 

Canto primero

                                                            …y nosotros llevamos sus castigos…

 

                                                            Jeremías

 

 

I

 

Es rosado el matiz del amanecer.

Los automóviles corren veloces en la confusión del día

             que comienza.

Los hombres se miran en el mar y gesticulan.

 

Comenzamos con el ascendente giro del sol.

No hay nube ni presagio de lluvia.

 

El horizonte luce siempre lejano e inofensivo.

Las fábricas se apilan contra las lomas.

Nos puede parecer todo esto que vemos, un débil escorzo

             a creyón.

 

Desde este orgulloso edificio que tiene 18 pisos,

             12 elevadores y más de 500 oficinas

donde se apilan los cuerpos con instinto de hormiga

podemos desplegar nuestros sentidos frente a la hermosa

             recopilación de casas que son construidas,

             amontonadas y cuidadas por brazos gigantescos,

y disfrutamos de ellos, solo bajando nuestras pupilas

apretándonos al cristal verde de las ventanas

y sosteniendo la respiración para no empañar la transparencia.

Desde este junco gris

duro

sin flexibilidad a los vaivenes del viento

podemos

en nuestra enorme insignificancia

agradecer el panorama urbano con sus posibles resortes de

             belleza.

 

 

II

 

Pero estamos aquí

sintiendo como el tiempo corre sin remedio

como volcamos energía sobre panfletos, sobre cartas,

             sobre archivos,

agobiados en pequeñas tareas en un juego de tortura.

Estamos aquí

sirviendo causas merecedoras

entregando lo único que poseemos

la vida, la juventud

pensando en el momento presente o en el inmediato futuro…

…quizás después de todo no exista la razón

sino como una leve idea de sobrevivencia…

…quizás solo nos gobierna el motivo de egoísmo al protestar

pero mientras

nos desgarramos por un ideal

que son como todos los ideales, caen, ruedan, y desaparecen

mientras, fustigamos nuestras aspiraciones

callamos cualquier ambición

y quedamos doblegados a sabiendas de que en el retorno

             del tiempo

todo muere

todo evoluciona por necesidad natural

y que hoy los hambrientos padecen

y mañana perecen los opulentos.

 

Pobre ciudad junto al mar

sus hijos nuevos alzarán los brazos para caer.

Pobre ciudad… junto a su miseria elabora soluciones pasajeras

y se acera un poco más a su ineludible destino.

 

Y esta ciudad es la imagen de muchas ciudades

—porque todos somos reflejos unos de otros—

apilando conceptos, nuevas perspectivas para acercarse

             a lo único definitivo

uniendo generaciones

sacrificándolas al progreso…

nos mantenemos a punto de desfallecer…

 

Estamos cansados, insatisfechos, hastiados

—cuántas veces nuestros ancestros no se repitieron en su curso—

construimos en hábito de construir

y vivimos en hábito de morir existiendo.

 

 

III

                                                            Pondrá su boca en el polvo por si quizás hay esperanza.

 

                                                            Jeremías

 

 

Es como una marcha donde todos vamos separados

acentuando nuestra absoluta soledad

porque a una sola flexión de nuestra mente

a una sola palabra

proclamamos las enormes diferencias que nos envuelven

borramos existencias, sentimientos

y quedamos frente al Ego imperecedero

el indestructible

el primitivo Ego

de donde se desprendió la raza humana.

 

Nos han hecho de iguales materias,

digo

nos han dado diferentes valores.

Estamos casi acostumbrados a este desequilibrio

Sin embargo, hay algunos aún que laten apesadumbrados

             y sufren

y ruedan y se despedazan.

 

Quizás sellen sus palabras con sangre

pero ella es común y cotidiana

y el suicidio es crimen en el tiempo.

Estos formidables guerreros buscan a la noche para

             reencontrarse en ella.

Sus llantos despiadados son repetidos infinitamente

             por voces eternas de día

de horas, de años, de siglos.

Ellos atraviesan el espejo del espacio y retornarán dementes.

Todo se torna difícil

interminable.

Todo se agolpa.

Las taras más elementales no desaparecen.

Es como si las lleváramos de ciclo en ciclo

arrastrando un cúmulo de dolor que nos impone la época

             anterior

disponiéndonos a existir

hoy aceptamos llevar la carga de la etapa presente

y nos extinguimos entre los implacables órganos de la lucha.

Es nuestro signo perecer sin concluir

y así será.

Quietos

estáticos

soportamos nuestra lanza sin atormentarnos inútilmente

alzamos nuestros ojos hacia una solución

un alivio vinculado al presente

y tomarnos la mano a otros de la misma especie

y desvanecemos ante una ventana de cristal

rodeados del suave coro que forman las máquinas

             calculadoras.

 

 

Canto segundo

                                                            …desfallecían como heridos en las calles de la ciudad…

 

                                                            Jeremías

 

 

El mediodía vaga por las calles reprimiendo entre sus dedos

             alguna vaga esperanza.

Son nobles los hombres.

Es noble esta humanidad multiplicada.

Se apresura dispuesta hacia sus labores[1] con voz de diario

             matutino

entre sorbo y sorbo de café negro

cruzados los sobretodos al hombro

y las mangas arremangadas

pensando, también, en cualquier imagen perdida.

 

La tibieza del sol hace evocar escenas de mar que son

             como consuelo.

Y respira hondo

negando obscenamente el encierro suculento de la oficina

donde apretados unos sobre otros

se siente fluir el aire frío

que hiere los más ocultos nervios

donde se resiste diariamente la opresión de la angustia

donde pretendemos olvidar que no existimos

y mantenemos la máscara exhausta con firmeza de

             sobreviviente…

 

Marchamos hacia el almuerzo con dos horas de margen.

Vamos hacia la esquina donde esperaremos el transporte.

Vamos hacia la cotidiana cita de otros rostros semejantes

donde en cada párpado hay trazada una cruz

donde en cada mirada hay sangre disuelta

y sombras de siluetas mutiladas que danzan en imágenes

             grotescas…

donde en cada gesto surge un eco de dolor indescriptible

un símbolo de necesario silencio o de avaricia.

 

 

IV

 

¿Qué es lo que muere en el hombre,

qué es lo que se desvanece?…

…………………………………

Cada hombre carga su designio

cada raza es culpable de su estigma

y todos somos culpables de los que nos antecedieron.

Unos llevan la suástica en el pecho

otros la estrella de seis puntas.

Miles de martirios hechos en nuestro nombre

miles de muertes prolongadas por nuestras manos

miles de cuerpos calcinados por nuestro cuerpo.

Somos una larga e infinita caravana de verdugos.

Somos una larga e infinita caravana de víctimas.

 

Estamos ejecutando al que ha de nacer un segundo

             después de nuestra expiración[2]

y perpetuamos este círculo sin consciencia

y lo hemos perpetuado desde que el primitivo núcleo

             humano emergió

y continuaremos enlazando eslabones por siempre…

 

¿A quién, a quién aniquilamos con nuestra palabra?

¿A quién condenamos con nuestras vidas?

¿A quién?

 

 

V. Estigma

 

 

Flagelo               I. ¿Quién ha seccionado las alas de las palomas

                               que ya no vuelan sobre el mundo?

                          II. ¿Quién ha cegado a los profetas que no han

                               predicho nuestra caída?

                         III. ¿Quién ha cantado a la belleza sin llevar clavos

                               en las manos?

                         IV. ¿Quién ha tendido una mano ante el derrumbe

                               de una sonrisa?

                          V. ¿Quién no ha ejecutado con inflexible mano

                               las flores silvestres?

                         VI. ¿Quién no derramado la sospecha sobre el

                               agua?

                        VII. ¿Quién no ha erigido monumentos a sombras?

                       VIII. ¿Quién ha destruido los puentes níveos entre los

                               hombres y las bestias que solo se desprecian?

 

¿Desde qué oscuridad remota ascienden los pasos del hombre

             que no distingo su esencia?

¿Cuál es el gesto de cotidiano enlace con el que tiende su vida?

¿Cuál es el puente?

¿Cuál es la palabra?

Porque me sé cristal de sus ojos

bóveda de sus ecos

y hay miles de hombres bullendo bajo mi piel

y lejanos transcursos

desatando sabiduría dormida desde mis labios.

¿Cuál es el latente ademán en su silencio?

¿Cuál es la diástole que conduce los ríos de su existencia

la certeza de sus actos

el deambular de su miseria?

¿Qué busca el hombre tras el hombre?

¿Qué sombra sigue su sombra?

¿Qué horadar del tiempo persigue en la muerte?

¿Por qué rompe la lasitud de la noche

con la percusión de licores y alegría fácil?

 

¿Qué esquiva?

¿A qué recóndito punto no hollado dirige su energía?

el hombre

el mismo de ayer

del final

del diluvio

el mismo que levantó la sagrada ira en Sodoma

el mismo petrificado en sal

el mismo oculto bajo las piedras de los monasterios

el mismo crucificado y perseguido

el gladiador

el hombre

el hidalgo

el Minnesinger

el descubridor

el diluido en cenizas

el reformista

el inquisidor

el exhausto hombre…

¿hasta qué flexible instante resistirá la cuerda de su arco

el tremebundo resplandor de la guerra

el trepidar persistente de unas botas

el llamado fanático a las manifestaciones?

¿Cuál es el límite de lo soportable

en el cremado olor de la carne

en la transparencia de un cadáver

en el horror de unos ojos fijos

en el espasmo de un aborto

en el multiplicar de unos días

en la confusión de las luces

en la indecisión de un semáforo

en el orden de lo burocrático

en el estatismo de la voluntad?

¿Es que acaso tengo aún vestigio de hombre frente a mis

             percepciones

o solo retengo de la arcaica concepción humana algún

             canon perdido?

¿Cuál es la imagen verdadera?

¿Cuál es el concepto veraz?

¿Se puede confiar en las líneas de un cuerpo

en el arquetipo de una figura?

¿Se puede confiar, a pesar de todo, en este siglo

así designado por la historia?

 

 

VI

 

                                                            Nuestra piel se ennegreció como un horno…

 

                                                            Jeremías

 

 

Es preciso, sin embargo, laborar

impregnados de amarga resina

es preciso continuar, inútil toda búsqueda.

No nos ha sido dada la conformidad.

No nos ha sido dado el optimismo.

Prevemos la decadencia en pleno renacer.

Se nos condena pero es inevitable que señalemos

a pesar de que se nos anule

a pesar de que se nos envuelva con el hilo de lo incierto…

La verdad tiene infinito número de fases.[3]

Es imposible hallar una verdad colectiva

además de aquella de que vivimos y morimos.

 

Insisten en que proclamemos himnos de batallas

pero la historia se ha repetido

y en algún rincón remoto de cierto día

estas sangres ya se vertieron por las mismas razones.

 

Es ingenuo para nuestros corazones milenarios

el reclamo de fe.

Preciso es que llegado el momento recojamos

             los cuerpos de los héroes

limpiemos sus heridas…

Preciso es que completemos el cuento de hadas

para bien de los niños

nuestros monstruosos niños adultos.

 

Preciso es que dejemos filtrar esta voz

a través de las consecuencias.

 

 

Canto tercero

 

                                                            Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto…

 

                                                            Jeremías

 

 

VII

 

  Mientras el sol hiere con su fino tacto el recto horizonte azul

se abren las entrañas de la noche.

   Siluetas como de árboles heridos inclinan su cabeza y

                                      descuelgan la frente

dejándole pender flexiblemente en el hilo delgado del cuello.

   Sopla cierta ligera brisa

y las siluetas ceden al peso del cansancio

   son como hojas dispuestas a desprenderse de su rama.

       La respiración sorbe todo el enorme trajinar sonoro de

                                      una avenida

confundiéndose en murmullo leve…

   ¿Desde qué punto lejano llega el dolor para acosar?

   ¿Desde dónde marcha?

     …del recóndito hueco en el espacio

     desde un paréntesis lineal entre las manos

     desde el dibujo de una melodía precisa pegada a los

                                      maderos viejos de un techo colonial.

 

¿Por qué nos enlazan sus ondas lentas casi divagadas?

¿Por qué existe esta pregunta desde tiempos inmemoriales?

¿Por qué somos insuficientes para contestarnos nuestras

                                      propias preguntas…?

…cualquier niñez es mejor que el automatismo de la madurez…

 

 

VIII. Ditirambo

 

Cada músculo canta su canción predilecta.

No se puede pensar ya en otra cosa sino en el descanso.

Se guían los pasos

todas las calles ahora parecen inexpugnables

L y 23

los letreros verdes se encienden y se apagan

no se puede pasar

pase

urge

pase

cruce

el timbre

un semáforo ciego

el timbre

apresúrese

el silbato

gire

corra en diagonal

todo lo circundan fieros vehículos

gire

el silbato

y extraños lumínicos repletos de burbujas sonríen

Habana Libre

CINERAMA

cualquier leve sueño es insuficiente

cualquier saciedad es momentánea

FEIJÓO ORTODONCISTA

levantar un pie con toda la potencia acumulada

seguir una secuencia de pasos

mantener erecto el cuerpo para evitar un desplome

pase

los párpados invencibles en su extraordinario peso

ganar la próxima esquina es toda una proeza

SAÚL DÍAZ efectos médicos

HAMBURGUESAS

PERROS CALIENTES

escalar la guagua Avenida Menocal-Sevillano

apilarse a otros sin verlos

ahora solo hay tiempo para sí mismo

para dejarse fluir por el sudor.

                                                     En la esquina

no se distingue el tiempo

hay mucho que escuchar en los latidos del pecho

en su eco a través de los oídos

también desde el cuello repercutiendo

OYE, PARA AHÍ!

Lanzarse sobre un suelo macizo…

Pasar a través de un cortejo de casas familiares que ríen

             en bocas de televisores

donde se pueden adivinar los ojos del que mira a través

             de una persiana

un poco de penumbra.

 

El generoso contén para sentarse… los amables árboles…

Ha sido un mal día.

Esta generación es una raza excluida.

Nada hacemos por acá…

vegetar así como árboles pero sin fuerza

calor

enormes cucarachas de sueño

FARMACIA

tal vez agua

o algo de cerveza…

 

 

IX. Final

 

                                                            Asentóme en oscuridades como los ya muertos de mucho tiempo…

 

                                                            Jeremías

 

 

Ya la tierna luz de una lámpara nocturna en una ventana encendida

muerde el vacío de la noche.

 

El hombre cabizbajo, camino del lecho desierto

abre los labios amargamente

aprieta las piernas

y guarda su sexo estremecido.

 

Un vehículo ávido de distancia

viola silencios

y con grandes linternas luminosas

hurga

hasta tropezar con un gato escurridizo de ojos de cristal.

Las sombras se aprisionan en la calle

la mano quejosa de buscar en la distancia algún gesto

hermanado en su angustia

la mano que retorna al bolsillo caliente

y se contrae

la frente inclinada sobre sí misma

la pupila dilatada

vidriosa

el paso flexible que se apaga entre hoscos edificios

             como murallas

y que penetra cualquier estancia cerrada

silbidos

murmullos

una llave que se acomoda en su cerradura entre sonidos

             metálicos, casi frescos

una puerta que cede

el saco que se desploma sobre cualquier silla visible

un cuerpo que cae, una cotidiana tortura que comienza

y terminará con el alba para reiniciarse.

 

Ya con las fauces contraídas

los músculos tensos

el hombre pide clemencia al sueño

 

…la tierna luz de una lámpara nocturna muerde el vacío

             de la noche…

 

 

 

 

Mercedes Cortázar

 

Nació en La Habana, Cuba. Fue asesora poética de la editorial de Nueva York Farrar, Straus & Giroux para la traducción al inglés de la novela Paradiso, de José Lezama Lima y ganadora de la Beca Cintas de literatura. Ha publicado poemas, relatos, artículos, ensayos y crítica literaria en español, inglés y francés, principalmente en revistas y periódicos literarios de España, Estados Unidos, Francia e Hispanoamérica. Ha publicado libros de poesía en español y francés, y ha sido incluida en varias antologías de la poesía cubana. Entre sus publicaciones destacan: Deux poèmes de Mercedes Cortázar (Nueva York, 1965) y La Afrodita de Cnido (Nueva Orleans, 1991). Fue editora y directora del portal de literatura y cultura Expoescritores. Actualmente prepara para publicación una antología de sus poemas y una novela.

 

 

El largo canto

 

el alma

pobre tronco que el amanecer lleva al polvo

y que solo guarda la nube de su vacío

el alma que ha hecho trizas su lanza

y que las bandadas de pájaros de vidrio

han hecho prisionera en su vulnerable destierro

el alma

se ha detenido y espera

tal vez del último faro

espera y confía en no sé qué cárcel de mar

que forman tus ojos

llenos de las nubes que hay detrás de otras nubes

espera de ti como de la última gota de agua

la palabra por tu voz se ha vuelto rosa

y permanezco callada y transparente

arriando las sonrisas de mi alma

a mi boca

como si hubiese hundido de pronto

la tristeza en un carnaval

que llevas un mundo de medias voces nocturnas

a mis palacios envejecidos

destruye la zarza ardiendo

de la experiencia

hoy quiero cantar al amor

como cuando ignoraba que era un inútil canto

para que mi pensamiento pierda las algas

de otros pensamientos oscuros

para que abandone su lastre de luces fatuas

para que mis sueños lleguen a un seguro puerto

para que tu gris y azul luz

prenda incendios de lunas en mi recuerdo

 

ni la tarde que se levanta como un buque fantasma

ni la tarde

puede con ese gritar de belleza que llevas dentro

y yo

la tonta de esta ciudad de maqueta

soy la única que te canto

los hombres no podrán adivinar

tu interrogación

nadie comprenderá lo que quieres decir

cuando exclamas: ¡Vamos!

no, no comprenderán

porque no comprenden el lenguaje de los pinos

y esta tarde

que se hace interminable como un rezo

esta tarde te digo

estoy desnuda como un sueño

y te repito mientras las luces se agitan

agobiadas por el viento lunar

nadie te comprenderá

no habrá quien acaricie tu risa

de vela ondeante

 

porque mi alma es el cristal

¿quién sabe del sacrificio de la rosa?

¿quién ha visto el velero

que se estrella en la costa?

nadie ha visto nada

sin embargo

¡qué tristeza me dan los faros abandonados!

aquella casa sola

en que las ventanas que quedaron abiertas

dan secos y dolorosos golpes cuando hay viento

y el perro que se sienta

en los quicios a mirar el mundo

a lamer su pata muerta

porque mi alma es el cristal

nadie sabe cuánto he cambiado

y cuán injusta soy con haberle quitado

a la vida diecinueve años

 

el sol se ha apagado

han encendido el gran racimo de estrellas

ahora veo los caminos

los caminos que se prolongan

sobre la calma de la Noche

a dónde van tan solitarios

llenos de grises pedruscos de sombras

¿a dónde van?

con una estrella gritando en lo alto

y un silencio musical agazapado en su espalda

un latido soñoliento adormece todas las ramas

que caen como ciegas cabelleras

sobre los caminos

y yo te pregunto mi pequeño corazón

¿a dónde vas tú también

con el lamento de una enredadera

con tu sonrisa de veinte ciudades

sobre tus paredes convexas

y como los caminos que se han quitado la toga de las palabras?

no me respondes

como ellos no me respondes

 

¿quién cuidará

del sitio perdido en el jardín

cuando yo me vaya?

¿quién comprenderá

a los pájaros que cantan en mi ventana

cuando yo me vaya?

¿habrá alguien que sepa guardar las notas de Schumann?[4]

¿no tirarán al cesto de papeles

las mejores fotografías

de mis héroes?

¿qué será del Pequeño Príncipe?

¿qué será de los conciertos de Vivaldi

y de aquella cosa indescriptible

de aquel olor a mástil y a caoba

que impregnaba tu presencia a mi aire?

 

el parque estaba todo lleno de hojas

hojas con ebriedad de mariposa

hojas con brillo de estaño

de hojas que se levantan y navegan

por la brisa fría de diciembre

las hojas y el parque

el banco helado en que me reclino

todo es tan lejano

es todo como si me hubiese ido

y nada me perteneciera por completo

este es mi paisaje

yo he brotado de mi ciudad

y sin embargo

siento su calor y su sangre

sonando a lo lejos

como un perdido organillo

 

mi dolor es un fagot

que toca do

eternamente

allá en lo más profundo del desván

donde todos los que llegan

tienen que quitarse los zapatos

y hablar como en iglesia

en la puerta que dice:

¡no me abrirás!

detrás está hilando la vegetal princesa

mi dolor se deja hilar

la sombra de la luna muere en los cristales

allá dentro estoy yo sola

la luna es un farol demasiado lejano

 

y desde mi arquitectura

reposa la ceniza

la dulce inquietud y mi desesperación

adorar es poco

donde llora el árbol

que murió desgraciado sin saber

¡cuánto daría yo

por la sonrisa muerta del pájaro disecado,

por el brazo de una muñeca de trapo!

 

más poderoso que la espuma

más denso que la roca

y aquella sonrisa dada

como prendida con alfileres

así es mi deseo

la pluma olvidada en el vuelo de aquel pájaro

es tal vez mi lágrima y mi llanto confundidos

¡oh utilidad del tiempo que se pierde,

mientras las puertas se abren!

quiero tener la agilidad de los cielos

para saltar de mi vida a tu vida

y romperme enloquecida

contra el mundo el cerebro

quiero adormecer esta Noche

que se agita en mí

como las membranas perdidas por los pájaros

el mundo se forma de un largo adiós

porque nunca llegamos a ninguna parte

quiero dormir

no importa que mi corazón sirva

de ladrillo en las calles

si un piano canta a lo lejos

si el llanto se vuelve lluvia

y cae

no importa

¿no ven?

he empezado a bailar descalza

 

 

 

 

Belkis Cuza Malé

 

Nació en Guantánamo en 1942. Obra poética: El viento en la pared (1962), Los alucinados (1963), Tiempos de sol (1963), Cartas a Ana Frank (1966), Woman on the Front Lines (1987), Juego de damas (2002), La otra mejilla (2007) y Los poemas de la mujer de Lot (2011).

 

 

                                                            De Tiempos de sol (1963)

 

I

 

¿Hacia dónde la mano se mueve

en virtud de señales

que le alarguen su sueño?

Hay cierta claridad insatisfecha

en las márgenes abiertas

de los ríos

pletóricos de gentes desvirtuadas

con la ropa

transparente de miserias,

y los labios apretados

haciendo muecas insolubles

de veneno.

Entre ellos estoy:

clavado en la pared invisible

del invierno,

sosteniendo a los que caen,

alterando la conjura del tiempo.

¡Dadme una mano!

Comprendan que la luna

tiene un solo ojo,

que hay raíces profundas

en mis ropas,

y manchas de colores

en las cimbras del planeta.

 

En este hoyo insondable

                                       del mundo,

la cara del viento está muy roja,

como avanzando

en una marcha sin camino,

y trotan mil caballos a la izquierda

y cien mil relinchan a la puerta

descompuesta de este infierno.

La mano que ha perdido el cuerpo

se recuesta a la altura

                            del techo

y llegan a los ojos

y a la firmeza de los muertos

en combate,

contra esta saliva que nos cubre

y empapa el cerebro.

La tierra posee al hombre,

             y a todo lo que palpite

                           en un círculo de fuego

                                         espeso.

 

 

III

 

Lloverá la paz:

agua de mármol y de incienso toda,

que cubre el pecho de la tierra seca.

 

Sobre la cabeza del buey color de piedra,

sobre las raíces de las estrellas,

sobre la espina dorsal de la mesa,

sobre la onda y la grieta,

lloverá la paz,

y se ahogarán de frutos siderales

las cosechas,

y la espuma del mar

formará huracanes y gotearán palomas

de las cuevas.

 

Lloverá la paz:

el día durará

lo que el viento tarda en recorrer

el espejo.

La paz lloverá

sobre la cara cortada de la guerra.

Así sea.

 

 

IV

 

De quién es esta boca

que no dice nada?

De quién son estos ojos y estas manos?

Acaso las trajo el aire?

Estos ojos y esta boca y estas manos

pertenecen a la sombra del tiempo;

son producto de un árbol subterráneo;

son líneas verticales en la arena.

¡Y están heridas de un silencio húmedo y extraño!

Hacen falta

cien bocas,

cien ojos,

cien manos,

y romperemos el sonido en palabras.

Pido la semilla

para ir a sembrar en la doble curva del tiempo,

este silencio que hiere

la palabra.

 

 

V

 

No puede el mar tragarse todo el cielo:

la niebla ruborosa

entume la arena,

y no le quedan al hombre

más que sus brazos

y un puñado de anhelos

             con que comprar ventosas de hierro.

Esta lengua

también forma parte de la ciudadela.

Yo regreso de

un lugar a donde no llega

el olor seco de una rata.

Confieso

que el futuro está muy cerca

para adentrarse en mis ropas

como un muerto.

Mis cabellos

son lo único que tengo:

mis cabellos

y una cruel inocencia

en la mirada;

que a veces me turba y acongoja.

Es que el tiempo

no transcurre de este lado?

 

 

VI

 

Tengo tanto que decir

que empezaré relatando

la simetría roja de mi cara

que a veces quiere asesinar

mi frente

y trasponer los límites del alba.

 

El hombre sostuvo

la guerra:

yo fui a recoger mi cuerpo

tendido en la parte alta del tiempo.

Luego el siglo

(que no tenía cien años, sino mil muertos)

compuso a su manera

una nueva figura equilibrada

a la época.

De ahí surgieron sombras blanca

en mis dedos

y mi techo se llenó de goteras

hasta inundar el aire

de recetas amargas.

 

El hombre no zozobra

porque no tiene tiempo para ello.

 

 

VIII

 

No toquen cornetas a estas horas:

dos pies andan, andan por el mundo

dos pies sin intestinos,

dos pies,

dos pies,

y un árbol gigante

en una mano.

 

No llamen al hombre a hacer la guerra:

dejemos que mañana

(mañana no es futuro)

se tumbe a descansar el río

en el agua.

 

No convoquen al sueño en asamblea:

el vaso de cristal rompe el nido de aves.

Este no es mi pueblo

(a él vine en un huracán de madrugada);

y este sol es el mismo

que quemó mi voz derramada

en la ventana.

 

No toquen cornetas a estas horas.

No llamen al hombre a hacer la guerra.

No convoquen al sueño en asamblea:

y todo porque el perro

no muerda la campana.

 

 

XIV

 

La retina del agua en mis zapatos

oxidando al toro en su forma más humana,

me lanza en la vertiente norte del

espacio.

Llueven siniestras soledades

en mi mano.

Todo no es igual,

ni el invierno enquistado en los ojos,

ni la lucha del insecto por ser hombre.

Ya nada puede, ni debe tener

la solvencia amarga del ciclón

aplastando al cuerpo

junto al banco verde del parque.

Has de ser distinto,

distinto,

porque afuera crujen ramas

y no hay árboles;

hasta yo misma he cambiado

y hay una súplica de pájaros sangrantes

             y desposeídos de sus alas.

 

A tientas recorro la parte oscura

del agua,

y doy vueltas alrededor

de esta calle que no conduce a ningún lado.

Ya cesa la lluvia

Y me voy a liar con esta voz

                         el dulce canto del gallo.

 

 

XV

 

Fue ayer,

manchas de sol asolaban la hierba del océano,

la calvicie incipiente de la piedra

entre la rugosa piel del valle

latía, como un pulso intermitente

de dos bocas.

El mar dormía entre los brazos

duros del hombre,

y una sonrisa azul bañaba la costa.

Vino el huracán de otro mar

hecho de raíces y hombres

comidos por el fuego,

y lentamente como hace siglos

la tierra se descongelara,

el mar se sumió en la guerra

contra el hombre:

le arrebató el sueño y fue a tenderlo

en una oscura sabana,

a donde solo llegaba el abismo

como una telaraña eléctrica,

le ahogó en su geografía aventada,

le sumió en la soledad del tiempo,

(el hombre no conocía entonces la tristeza),

le echó del edén y adoptó la serpiente como escudo,

(crecían allí manzanas como bocas incendiadas),

y ahora el hombre

construye un océano con sus brazos

hinchados de trabajo.

(Ya el hombre no tiene

por qué regresar al mar).

 

 

XX

 

Conocía su nombre de ocho letras sacras

formando hilos de rocas.

Conocía el meridiano del trueno sin el rayo

que a veces rozaba la cara de un cometa cristalino.

Conocía la figura pura

del niño muriéndose en el ojo mineral del juguete.

Conocía las puertas cerradas a empujones por el aire,

suelto en un rocío de veneno.

Conocía a la mujer

que ahuyentaba con su risa al huracán,

en la periferia del invierno.

Conocía la pala dorada del ave

abuchando entre sus alas el resplandor surgido

del eco.

Conocía todo lo que por razones gramaticales

ignoraba la curva cóncava del vaso roto del mantel.

Conocía lo que hubo escondido en el átomo

cuando era indivisible el tiempo.

Conocía lo que existe y lo que no existe,

lo palpable y lo impalpable,

esta forma y otra forma.

Conocía

la extensión del hombre sobre la Tierra.

 

 

XXI

 

El planeta a donde solo se conoce

la mancha rota de la nieve

sobre la frente del invierno,

ha dejado escapar la luna que nunca

estuvo prisionera.

En la muerte no existen testigos

que impidan su larga presencia disociadora.

En el letargo del arado,

el buey es un ancho pozo de semillas sin sembrar

en la arena de los ojos.

En el hombre recién nacido

la noche no produce el símbolo del miedo.

Yo le pido a la Tierra

que libere a la Luna.

Yo le pido al hombre

que libere a la tierra del ladrido

cimbrándole el rostro.

 

 

XXIV

 

El cañaveral se ha dormido

en los párpados de una serpiente blanca.

Silencio: que no trote tu corazón

caballo de plata.

Silencio: que el abuelo materno del otoño

no desprenda tus ramas, árbol clavado en mis venas.

Silencio: que el tigre no ofrezca

sus colores geométricos al rayo de metal.

Silencio: que la hierba no crezca

en las venas rojas de este año.

Silencio: que el huracán no desprenda

sus pestañas lumínicas.

Silencio: que el niño ahogue su llanto

de tres sílabas, en la ola dorada del alba.

Silencio: que los cuernos no se adelanten

en la carrera, al venado.

Silencio: que el invierno no recoja en su pala,

la cabeza rota del ganso.

Silencio: que el hombre no vague entre las laderas

escarpadas de la prehistoria.

Silencio,

que por una vez duerma el cañaveral,

y no el hombre.

 

 

XXIX

 

Hace tanto

que camino este siglo,

y oigo pasos en mi ropa

como muertos que se duermen

con el agua de este pueblo

todo fiera y todo valle.

 

La noche tiene olor a pan recién sembrado,

me escondo tras la escalera,

llamo

y no responden.

Un ciego roza la calle con sus ojos muertos

en este siglo en que yo ando.

No he vuelto a ver a mi prima.

Habrá crecido su llanto?

 

Hace tanto que

camino este siglo,

este minuto…

 

 

XXXI

 

Aquí llegué

cuando la serpiente tenía un olor a vino

agrio entre sus dientes.

Entonces en el pueblo había una casa vieja

cada año;

y teníamos que desenterrar a los perros,

muertos entre la cola blanca

de la luna.

 

Un pájaro verde posó sus alas

                          entre el fuego del rayo:

desde entonces el río se desangra

                          en mis brazos

como hilos de plata.

 

 

XL

 

Después

fue el fuego sanando las heridas del hombre;

             la              mejilla injertó en la nieve;

             y el cono blandió relinchos de agua

en los ancianos de todas las calles.

Yo,

(que era parte de mi ropa y mi sombrero negro)

y tenía guardado en mis bolsillos[5]

estrofas cortas de estos últimos años

de guerra,

             vistos entre el viento espeso de mi casa;

fui a sentarme

junto a todas las noches,

junto a todos los peces de cabellos blancos,

junto a un planeta marino:

junto a mi cara

desplazando raíces en las grietas del aire,

como un niño muerto

                          mientras contaba sus años.

Yo era entonces

el gemido plano del rayo.

 

 

XLIX

 

Por el rostro purulento del árbol

el río vierte

sus insensibles abrazos de agua,

trenzando

luciérnagas,

destrenzando

penínsulas blancas.

Al hombre lo encontraron

rompiendo con un hacha venenosa

problemas aritméticos,

en la línea recta de su cara.

El río es como un hombre

siempre inmerso en la tierra.

Siempre….?

 

 

 

 

Pío E. Serrano

 

Nació en San Luis, Oriente, en 1941. Obra poética: A propia sombra (1978), Cuaderno de viaje (1981), Segundo cuaderno de viaje (1987) y Poesía reunida (1987).

 

                                                            De Segunda novísima de poesía cubana (1964)

 

Velero mío

corta la onda del sueño

y penetra lejos

hondo.

Hay un reflejo de mármoles

y bronces

y las flores secas en el libro

y el paso

junto a la dulce sombra

que absorbe el canto

de la arena y los guijarros.

El humo del cigarro penetra

y la cómoda estrechez de aquella habitación

recoge la congoja del que huye.

Velero mío

yo dejo que se alargue

el sonido del día;

y la noche aprieta los silencios

de todos los niños que duermen.

Soledad.

En el ejercicio del viento,

la marea se asusta

de las manos rotas

y el sol allí

desnudo

y chilla a la ciudad.

De pronto

me descubro, precipitado en el tiempo,

repleto de funciones que todos se obstinan en llamar vitales.

 

La pregunta,

las mil cuestiones,

que al igual que alfileres abrazan mi piel,

no descubren más que un pedazo de tiempo ciego,

y un espacio torcido ocupado,

que no quieren

que no pueden

responder a la constante inquisición.

A pesar del viscoso silencio

lo adivino,

lo presiento,

y advierto

que solo poniéndole plazo al tiempo

y dándole forma al espacio

se cumplirá la misión

y pagaré el servicio de las funciones

que todos se obstinan en llamar vitales.

 

 

Es tarde la canción

y el beso

se quiebran en silencio

las patas del humo

y la sal del llanto

anda por el rostro

porque el tiempo reunió sus pelos

y frotó la piel cansada

Ayer

en el recuerdo

alcé las manos

hasta el pecho caliente del hogar,

semilla perdida

y la tierra renunció al arrullo

y solo el viento rudo

preparó la aurora.

La memoria

se cubre de metales fríos

y los lagartos con sus lenguas verdes

saciaron su ansiedad

en la tormenta.

Sin embargo el pan

y el dulce calor de aquel invierno

y la tendida oreja al susurrar

de los pelos encogidos del abuelo

y la risa maliciosa del tío Basilio.

El pan en la memoria

es la abuela

que frotaba harina

y luego el horno caliente

largas manos suaves

rostros amables

y entonces la familia…

a pesar de todo, madre,

está el gris

y una tremenda lluvia

y los rincones

y aquella maldita sensación

de siempre estar solo.

Madre

¿cómo es el beso

y la luna

y las pestañas del toro

y las mariposas que no lo fueron?

Y ya ves que siempre se regresa

es la memoria del pan

y quizás

si probásemos de nuevo…

hay que largarse al sueño

o tal vez

a una acción más honda.

 

 

Digo

que es necesario

que beba

del nuevo sonido.

Digo

que el verso

ha de ser más

que este lento lamer

y el aullido de perro.

Digo

que la furia

debe ser legítima y honda.

Digo

que morder el cigarro

y chupar el humo hasta ahogarnos

no es la mejor vía

para el canto que quiero.

Digo

más

digo que el canto

no es el tímido juego de esconder palabras

ni la esquela vacía, ni la fórmula vieja,

ni esperar.

Necesario, romper,

crecer,

amarillos y gritar hondo y lleno,

y un abrazo fuerte,

y preñar el aire de pequeños rezos,

y beber en los girasoles,

y llorar solo una vez

en el profundo cauce y alzar el tono

sin furia y detenerse y andar,

y la lucha de clases no es una frase

ni un lema

la bahía está llena de manos que se aferran

a la mía,

quiero oír el canto que anda en la calle,

el Quijote de España dolorida y pobre montada en un jamelgo

y Rolland escribió Colas Breugnon para mí y para ti,

y Las brujas de Salem no atacan la inquisición

sino al Maccarthismo.

¿entonces?

No justifiques el silencio

aférrate a la palabra

y canta.

 

 

 

 

Lilliam Moro

 

Nació en La Habana en 1946. Obra poética: La cara de la guerra (1972); Poemas del 42 (1989); En la boca del lobo (2004), merecedora del Premio de Novela en Madrid, España; Cuaderno de La Habana (2005), y Obra poética casi completa (2013).

 

 

                                                            De Segunda novísima de poesía cubana (1964)

 

Casablanca

 

Mientras la tarde enmohecida nos llega

con su no sé qué de extrañas maniobras envolventes

un haz de sombras enceguecedoras

paraliza…

Todo. Todo se va disipando con esta tarde que muere.

Me da lástima simplemente.

Es tan sencillo ver morir las cosas

como si fueran árboles gimientes al caer.

No sé por fin dónde descansa el día

pero prefiero no dormir esta tarde

para lamentar todos los gestos detenidos en su forma

palabras sin decir voces sin ecos.

 

La vida —a pesar de sus explicaciones—

es un gesto, un minuto de duración perpetua,

tiranizados cuerpos entrelazados brazos

que lloran su vacío bajo el amor.

Hoy

no quiero definiciones

solo palpar las cosas

que me penetran duras atmósferas crujientes

como esta gente que me cruza y no conozco

como esta canción que traspasa

lejana imperceptible marejada de ecos:

                           “Casablanca…”

todo se me avecina como dolientes notas

no podría

          sin embargo

qué destrucción nocturna

de ajenas notas desprendimiento humano

vacíos pavorosos tras los pies inseguros

crujientes barcos densos que devora la noche

esperanza baldía voces de eternidades

mientras pasan las notas

                                        calladas

                                                     destructoras

 

Es como un eco ciego de mecánico ritmo

que desconcierta, agita y devora el instante

para arrojarnos luego desesperados

                                                      rotos

mientras la noche llega con buitres en los ojos

un niño solo llora de tanta noche…

Ya no descanso ahora

                              no pienso ya

recibo:

…voces estruendo humano gritos huecos vacíos

    soledades extremas árboles desprendidos

    autos que se deslizan transeúntes de espera

    histéricos silencios ojos que ruedan solos

    canciones casas niños rostros eternos siempre

 

Las luces que comienzan decepcionan la vida

como la mano sola que se quedó sin nadie

extraños desprovistos de mi terror oscuro.

La calle es mucha calle para mi rostro solo

y una canción me sigue]

mientras mis manos guardan el aire que

                                                     se esparce

La noche aguanta espumas de incontestable tarde

Mi amor camina solo

Mi amor me espera triste

mientras la noche pasa sin responderme apenas

“Casablanca” me llega para extinguirse dentro

como los fuegos húmedos,

yo añoro la sonrisa de un amigo sin sombra

por nuestra calle eterna mientras

                                                          el canto estalla

Mi vida

             es una larga sucesión de esperanzas

recomenzada antorcha de luces consumidas

emergidos cadáveres que surgen del recuerdo

contorsionando el alma

mientras los dedos bailan

esta canción ajena

                              lejana

                                        indiferente…

 

 

Hoy

mientras la noche llora su agonía de sombras

hay un terrible afán de búsqueda imprecisa

decepcionados gestos, precipitados actos

y el no saber qué aguardo en la mirada

             El día es bello

pero la noche es humana, humanamente sola

como los eternos seres que buscan el amor

cuando la garra oprime el alma sola siempre

El tiempo

                 justificado enterrador de instantes

anda bajo la noche llevando los recuerdos

desbaratando el alma,

                           mientras tus brazos

tejen su red de gestos en mi mente

y una sonrisa busca

la excusa elemental del momento.

La noche

es tan terrible y tan humana

tan parecida a todos, que horroriza

desmantelados rostros de voces nunca abiertas

brazos desesperados gimiendo su vacío

La noche avanza en ti, desconcertante

para tragar mi pánico disuelto

con su espera habitual de gritos secos

                           que emigran solitarios

al desierto insondable de la noche

Hoy

me hace falta tu palabra

como cuando aguardaba el nombre exacto

los ojos esperados

o el rescate diario de las horas

Solo tu mano, única

para llenar el hueco que la existencia deja

en esta noche noble eternamente sola

Hoy

me hace falta tu palabra

en la incontestable pregunta del silencio.

 

 

                                                            El mar y nada más.

 

                                                            Luis Cernuda

 

                                                            Solo los ahogados han ido más lejos.

 

                                                            Mercedes Cortázar

 

 

Estoy en esta orilla de aguas tristes

donde el mar no es más que un nervio sobresaltado

que se complace en ahogarnos con su ruido.

Es inofensivo, el terrible distorsionado mar

plagado de todos los adjetivos

que el hombre impone por saciar su angustia

Incontestable mar, ahogado azul

golpeado por las rocas,

tu dolor es tan mío —te diría—

pero esto ya no es más que una mano

cerrada entre las sienes

un escalofrío de escombros.

Tu rumor

ese sollozo eterno que ha inundado

tus playas ávidas de crecer y retirarse

con la admisión de los derrotados

qué grande es tu grandeza

que acepta los matices que los hombres te imponen

Tus aguas se repliegan

como cansados gestos ahogados en esfuerzo

y yo te miro ahora

desde mi embarcadero de tristezas

para asumir un tanto

y compartir nuestro salitre

juntos.

 

 

 

 

Las imágenes rotas

 

 

III.

 

Extendidas raíces penetran el silencio

como en los peces muertos las aguas venenosas.

Los días

son compactos bloques de ideas

huidizas acciones

ademanes gastados que nos igualan

mientras nos despedazamos en el amor

rostros abiertos a la noche sola

rostros igualados por tantos rostros

heredadas maldades, nobleza disecada

y el amor

común aspiración que da el vacío

que va como la muerte a perpetuarse.

 

 

XI.

 

Mientras en la calle todo el mundo sostiene

sus preocupaciones habituales

me sorprendo al sentir mis manos

como innumerables gestos en espera.

Ellos no pueden comprender

que veo en sus caras un hombre anterior]

muerto en Hiroshima

con eléctricos sonidos en el cuerpo,

que veo en sus ojos

al deformado por las pirañas

a la orilla de un río en Venezuela,

o al aún no llegado

el niño ahorcado de Viet-Nam,

demasiado pequeño con su soga

demasiado pequeño para el viento.

Mi rostro

es una congestión externa

por este jazz sonámbulo

que rasga

porque imagino que lo baila un negro

carbonizado en Alabama,

porque es terrible un disco de cenizas

con un gemido musical,

y anuda mi garganta

con su grito

mientras los autos corren fríamente

y el día ensaya sus muertos.

 

 

 

 

Gerardo Fulleda León

 

Nació en Santiago de Cuba en 1942. Fue fundador y sub-director de las ediciones El Puente. Obra poética: Algo en la nada (1961). Ha publicado poemas sueltos en La Gaceta de Cuba, en la revista Unión, en el El Corno emplumado, en el Semanario Lunes de Revolución, en el periódico Prensa Libre, en revistas digitales y tiene dos libros inéditos: Nostalgia de Troya (1986) y Tragedia mal contada (2003). Se ha destacado fundamentalmente como dramaturgo y entre sus obras se destacan La muerte diaria (1959); Cal en las tumbas (1961), 3er premio en el primer Concurso Nacional de Teatro Cubano del CNC (1962); Aquel verano (1962), mención en el mismo concurso; Los Profanadores (1968); Plácido (1967-1975), Premio Concurso Teatro Estudio 1982; Ruandi (1977), Mención Concurso La Edad de Oro (1978), Premio UNEAC al mejor texto, (1985), Premio Rubén Martínez Villena (1986), Premio Pelusin del monte –UNEAC- (2009); La querida de Enramada (1981), Mención Concurso UNEAC (1982); Provinciana (1984), Premio Concurso La Edad de Oro (1985), Premio La Rosa Blanca (1990); Chago de Guisa (1983-1986), Premio Casa de las Américas (1989), Remiendos -El otro Javier- (1993), Premio Terry de Dramaturgia, Festival del Monologo de Cienfuegos, 2007; Lengua de Coco (1994); Remolino en las Aguas (1996); Betún (1999); Voy por cigarros (2005); El patio de los azahares (2011); La pasión desobediente (2013). Algunas de estas obras han sido llevadas a la TV y la radio.

 

                                                            De Algo en la nada (1961)

 

El por qué

 

No preguntes qué eres

si

no sabes por qué existes.

Trata de hallar

la verdad.

Analiza el absurdo.

Busca en la nada.

Eres hombre.

Abarca todos los seres.

Las algas marinas

son plantas.

El por qué?

Búscalo.

Aclara tú.

Llegarás al principio.

Te asustará

la idea de saber

que…

Soy… Dices.

Tan solo existes.

Como el aire en el espacio,

que viene,

pasa,

lo sentimos,

pero no queda.

No perdura ni el contacto

de su roce.

Luego… Nada.

Pasarás así.

Género, título, ser…

No me preguntes.

 

Bullicio

 

Saldré a la calle.

Me entregaré a su caos.

De gentes apuradas,

agotadas.

De autos y edificios

enormes.

Caminaré por una

y luego

por otra acera.

Miraré a los demás

o a cualquier vidriera.

Me fundiré

en la música mecánica

de los pasos.

Tocando

una marcha monótona

con mis pies.

Pasarán sin verme.

Me detendré

quizás, en una esquina.

Pediré

un mapa de viaje

o una revista.

Ambas cosas

llenarán mi alma

de la alegría

que produce lo distante.

Lo que no vemos

todos los días.

Al rato he de apurarme.

Los oficinistas.

Los obreros.

Los colegiales.

Hombres y niños

invaden la ciudad.

Es mediodía.

Yo que he venido huyendo

del infernal ruido

que hay en los bajos

de casa.

(Al fin están arreglando

la acera.)

Me doy cuenta

que formo parte

de este bullicio.

 

 

 

 

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Largos parlamentos

leídos al azar.

En una guagua,

en el cine

o sabrá Dios en qué lugar.

Ligar uno con otro.

Como el ron

con la “Coca”.

Y seguir con la idea

ya sin ningún atenuante,

repetiré,

como actor de buena memoria.

El jingle,

el slogan,

el refrán,

será un caramelo

con dulce de jalea.

Lo masticaré

entre mis dientes.

Al comer,

beber,

o al ir hacia el baño.

No durará mucho.

Tres,

cuatro,

cinco semanas

o meses.

Después hastiará su ritmo.

Y vendrá otro.

Como cuando no gusta

el “high-ball”,

se toma seco el wiskey.

Pero se sigue tomando,

se sigue aprendiendo.

Nadie por eso va a detenerse.

 

 

 

 

Chico comprensivo

 

Cuando era chico

comprendía la muerte.

Mejor dicho,

sabía cuál sería mi suerte,

después que la casa se llenara

de gentes,

que llorarían y gritarían.

Haciendo llorar

a los que no sentían deseos.

Sabía que en el cielo

había paraíso

e infierno.

En la iglesia,

iba los domingos a misa.

Me decían

que si era bueno,

iría al cielo.

Mas entre las muchas cosas

que no comprendía,

estaba el nacimiento

de un niño.

Hoy ya lo sé.

Mas ahora

que sé qué es la muerte

y entiendo su existencia.

Es cuando menos comprendo.

Cuando sé que solo hay tierra

bajo las huellas que mis pasos dejan.

Cuando imagino

que no habrá más sol,

ni paseos por la arena.

Nace en mí el deseo

de no saber

que la muerte existe.

Y quisiera ser

de nuevo un chico,

para poderla comprender.

 

 

 

 

Georgina Herrera

 

Nació en Jovellanos en 1936. Obra poética: GH (1962), Gentes y cosas (1974), Granos de sol y luna (1978), Grande es el tiempo (1989), Gustadas sensaciones (1996), Gritos (2003) y Gatos y liebres o libro de las conciliaciones (2010).

 

 

                                                            De GH (1962)

 

La culpa

 

Pero, mira…

es que, me siento culpable

de tanta noche suelta entre los días,

de las estrellas ciegas,

de la luna incompleta,

del mínimo crecer de las hormigas.

Quizás injustamente

me he sancionado a hablar con el otoño,

a hacer mi casa en las raíces viejas,

a sentir y doler con mucha prisa.

La soledad, trepada a mis espaldas

con su látigo helado me fustiga;

Si intento rebelarme,

con voz huracanada y fiera grita:

“Culpable de las tardes desangradas,

de las piedras inmóviles, del cielo

por la noche, de los muchachos huérfanos, de

noviembre sin sol, de la llovizna

espesa y pertinaz, del pie sin dedos.

De todo lo inconcluso y deformado”.

Entre sollozos digo: Arrepentida

y una voz de relámpago responde:

“Perpetuamente vas hacia la sombra;

la llevas en la piel, por ti camina.”

 

 

 

 

Es muda la tristeza

 

Si pudiera acostar sobre la tarde

así… doblada

como una cinta vieja

esta tristeza larga y,

suavemente,

como si fuera una niña

de mojado cristal, mecerla.

Y ya casi sin voz, solo en susurro

decirle:

“El sol es bueno, la ciudad es buena,

es buena gente esta

por la que ahora existes

y la lluvia y los parques y los

no sé qué cosa…”

Ah…

si mi tristeza fuera solo de peluche

la guardara

en un recodo de mi sangre mansa

y cuando

en pequeñísimos llantos prolongara

la íntima pureza que sostengo

contra todas las cosas,

allí ponerla. Quieta y suave.

Pero ella…

esta tristeza mía, tan de nadie;

que nadie entiende, que no sabe nadie,

que a nadie digo]

es toda abstracta, muda.

 

 

 

 

La sombra

 

Si acaso un algo

pequeño, seco, elemental y duro,

como un mural de sombra incomprendida

ha de alzarse

entre la gente y yo.

De nuevo y para siempre

hago causa común junto a la sombra.

Ella no engaña nunca,

acude a su hora

con esta

mi múltiple costumbre de no ser.

 

 

 

 

Imaginaba

 

Siempre imaginaba que el domingo

tenía algo grande contra mí;

aunque,

nunca pensé que fuera esto

denso, afilado,

desesperadamente horrible,

                                                  abierto

que persiste y estalla donde sé.

Yo siempre había pensado despertarme

el día marcado, pero

no a la hora;

                      así fue. Cuando

ya ni el mantel será sobre la mesa

y recogidas están todas las camas

la tierra limpia y danzando el sol.

Ya desde el primer llanto había pensado

tomar mi juventud desesperada

y echársela a las hierbas, si no fuera

que hasta las hierbas sus hojas me volvieran.

 

 

 

 

Todos los días

 

Casi no quiero que amanezca

y, cuando

pese a todo sucede,

me calzo los zapatos de andar triste

como un poco de tierra irremovida.

Luego de la ropa y el baño

todo este intenso miedo mío al alba

junto

a la caravana de sucesos míos.

Inevitablemente

necesito del mar al mediodía

para, mirando el agua

creer que tengo el cielo

a solo tres esfuerzos de mis manos.

Cuando atardece, llega

mi hora de morir a diario un rato

y velo mi cadáver, sin que nadie

entienda lo cerrado de mi cara

lo mismo que si llueve anocheciendo…

Y ya toda la noche,

primero riño a las estrellas, luego

toda luz interior apago y quedo

como quien nada tiene que perder,

ni lágrimas.

Cruzo los brazos a mitad del pecho

y contemplo en silencio mis montañas.

 

 

 

 

Cedro mío

 

Junto al costado izquierdo de la casa

crece mi niño vegetal; ya tiene

tres y media de veces mi tamaño y toda

esta cosa interior que nadie toca

y le traspaso en cada abrazo oculto.

Como no puede andar, siento sus hojas

que en los brazos del viento me acompañan

por donde quiera que en silencio ando.

Siempre recuerdo aquella tierra herida

por un afán de algo entre mis manos

para dormir entre ella la semilla.

Y luego

el verde despertar alborozado

sobre la tierra casi inadvertida,

y la raíz que se multiplicaba

y el modo de treparse por el aire

ganando altura, como un siervo verde

al que sus mismas raíces persiguieran.

Entonces

sonrío complacida; él está hecho

a la medida de mi pensamiento.

 

 

 

 

Reinaldo Felipe García Ramos

 

Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos en 1944. Obra poética: Acta (1962), El buen peligro (poemas, 1969-1986) (1987), Caverna fiel (1993), En la llanura (2001), Obra del fugitivo (2006) y El ánimo animal (2008). Recogió sus poemas en “Rondas y presagios (Obra poética, 1969-2012)”. Fundó y editó entre 2002 y 2008 la revista digital de poesía “Decir del Agua”, http://archivodda.com/

 

                                                            De Acta (1962)

 

Por cuanto:

 

1

 

Y como yo estoy muerto

entre mis nieblas quietas sobre mis claustros reducidos a mí

devorando mi pupila angular un manjar de silencios

me observa nadie

ni siquiera el espectral reflejo en que me estudio

alcanza a continuar mi irracional concepto entre sus reglas

 

luego

me introduzco en un océano fétido constante

que me arrulla

y sus cuprosas aguas no logran mi pecho

ni mi espalda

 

toco los abrigos de la noche

y minucioso arranco sus velos polícromos[6]

—desnuda ante mi hastío—

 

ningún sentido extraño llega a oírme

cuando me tiendo en un sitial de espumas

a aburrir mi razón

brotando mis crueldades de época hacia lo inhabitable

o más bien mi sinopsis enjuta

porque yo estaré muerto en mi losa de arenas

mientras el viento esté

 

y sin embargo entonces

una débil andanza entre las líneas recias que persisten.

 

 

2

 

Mi exhibición como un eterno devenir de engaños

traído por mis escasos días

hacia el agobio antiguo de la estructura misma de mi espanto

 

me he abandonado al viento en medio de un vacío

—pero no más que un hombre

trazado a pinceladas muy lejos

donde

ni siquiera es posible suponer la imagen

que ardía de mis dotes hastiadas—[7]

 

nada de extraordinario o de improviso

 

soy cual un intento oscuro entre mil soles

una armazón de perfiles extraños

extraviada

hacia un sitial remoto en que crece insistente

sobre ocasiones plenas mi esperanza.

 

 

5

 

En la altiva penumbra

prometida una sonrisa tensa y mi dialecto

 

he hablado y he dicho rebuscando mi palabra inaugural

inadvertido

me ha narrado un ritmo de montañas

su repentino vuelo ante mi pérdida

 

o tal vez en el camino que regresa hacia todos los sitios

acaso en el espacio virgen

—ávido vacío de mi sombra—

 

había muerto desde el primer momento

dijo

 

y ahora no más ruido

nada de tormentas cansadas sobre el aliento humoso

 

traeré pues un desfile de astros

un tropel de miradas a iluminar mis hombros.

 

 

8

 

Creciendo persistente

desde todos los ejes una fuerza obsesiva

viola mi enervante indolencia

—tajante sobre su eco inmóvil—

porque su llanto cunde torrentes sin alcance[8]

araña los desiguales muros

que sueñan sus viajes incosteables a la piedra

por conjugar espacios

la muchedumbre puede aminorar su ronroneo

su abrazo simplemente

y los ávidos vientres del rincón múltiple en el aire

 

y mi ilusión audaz

se desempolva entre esas ruinas justas.

 

 

10

 

En el confín alucinante de calles indecisas

y filamentos tenues

una vaga presencia de senderos vacíos

brota entre lumínicos contornos hacia el oscuro lecho

en que no se difunden

siquiera se perciben los rumores rígidos

 

dos alientos se tienden de infatigable sueño

al revés de sus sombras

dejan furtiva huella de sonrisas calladas[9]

tras sus membranas nórdicas una savia de incendios

se consume

y persiste el vacío

 

en su lamento endeble una secreta urgencia se destruye[10]

 

algo

como una seca decepción de cabizbajo gesto

ante el sórdido tiempo.

 

 

Acta:

 

Ya dentro de la noche

los ruidos vienen y se duermen en mí

que callo

por vagar como viento entre las ramas verdes de las plantas

 

esto que sé sucede

 

no me atrevo

o quizás mi voluntad que discursea no ha crecido

 

me recuerdo embriagado en mí mismo

perdido

percibiendo y latiendo en mis reacciones

pero lejos

—distancias que mis artes imponen a mis luces

luz tan natural como del sol

tan calurosa como esa de la fogata gimiente en mi horizonte—

 

porque yo me elimino

una extremidad extraña que me surge del pecho

construye de histrionismo

ciertos

pesados toldos negros que se ruedan

mas no por mi albedrío

sino

—tan enorme es el sitio en que me instalo

cumplidor de lo físico—

en miles de raros prendimientos que ahora necesito

 

pero encuentro una lágrima en los días

—larga, salobre ausencia—

convicción plena de no saberse

siquiera conocer lo sabido por los demás tan cerca

 

muerdo entonces mis rebeldías frágiles

agonizantes

porque se me desmayan en los brazos las ansias de sostener

o de guardar en mi diseño

la temerosa construcción de ensueños con cal de convencerse

que duelen en mi lucha

—combate alucinante contra efluvios

de cambiantes contornos—[11]

y me agoto

 

y quisiera desnudar mis piernas

abonarlas de tierra

o al aire

en fin, naturales tactos

para fortalecerlas

e irme sin pertenencia alguna

o detenciones en el curioso espanto

muy fuera de esta sombra

—realmente, palpable trecho que se mida—

muy aparte de mi misma confusión

—espacio inundado en que lluevan mis tiempos—

para evocar

 

algo como una declaración de un par de palabras

ante el hermoso hecho de existir.

 

 

 

 

Notas

 

 

 

La marcha de los hurones

 

[1] En la Novísima poesía cubana (libro editado por El puente en 1962) aparece la errata “albores” en vez de “labores”.

 

[2] En Relato aparece la errata “expiación” en vez de “expiración”.

 

[3] En la Novísima poesía cubana aparece la errata “faces” en vez de “fases”.

 

 

El largo canto

 

[4] En el original: “las notas de Schumann / los discursos de Lenin”.

 

 

Tiempos de sol

 

[5] Respeto la forma “guardado” del original, en vez de la gramatical “guardadas”.

 

 

Acta

 

[6] En el original: “y minucioso arranco sus vellos polícromos”.

 

[7] En el original: “arpía de mis dotes hastiadas—“.

 

[8] En el original: “porque su llanto cunde torrentes insostenibles sin alcance”.

 

[9] En el original: “a través de sus sombras / una furtiva huella de sonrisas calladas”.

 

[10] En el original: “en su lamento endeble una secreta urgencia”.

 

[11] En el original: “combate alucinante contra vapores de imaginativos contornos”.

 

 

 

Vea también: Mercedes de Acosta: ocho poemas de “Imposeída”


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