Edición 22
Soy mi cuerpo: comentario y poemas
Soy mi cuerpo
Aleyda Quevedo Rojas
Por Robinson Quintero Ossa
Leyendo los poemas de Soy mi cuerpo, de Aleyda Quevedo Rojas, vinieron a mi memoria palabras del escritor y tanatólogo colombiano Orlando Mejía Rivera, que señalan que la sociedad, propensa a los discursos banales, “le tiene miedo a los versos enigmáticos de los poetas y a los susurros de los enfermos graves”; añade Mejía Rivera que por eso “el espacio reservado a los poetas y a los moribundos son las habitaciones en penumbra”.
Vinieron a mi recuerdo estas líneas porque los poemas de Soy mi cuerpo hablan, precisamente, de la enfermedad y de las visiones enigmáticas y perturbadoras que se perciben en su espacio cerrado. Y es en este asunto donde el libro cobra un primer significado, pues en una sociedad que exalta el cuerpo maquillado, perfumado, vestido a la moda, repleto de auras, dispuesto para la exhibición, la poeta quiteña explora el cuerpo con sus padecimientos y límites existenciales, el cuerpo que se contempla a sí mismo.
Sin embargo, debo aclarar que donde está la real belleza y sentido de este libro es en un asunto mayor: la enfermedad como reescritura del destino, como afirmación de la vida, que no es otra cosa que decir de la poesía como ayuda en medio del deterioro físico y espiritual, como lucidez en medio del abatimiento y la desesperanza, como fuerza en el encierro del desvalimiento y en la relación con la familia y la sociedad.
“Mi intención era apropiarme de mi propio cuerpo, desde la pérdida que genera la enfermedad, desde la vulnerabilidad a que nos exponen los males del mundo, a partir de palabras limpias que permitan lograr un ejercicio pleno de libertad y levedad”. Lo que consigue finalmente Aleyda Quevedo es escribir su cuerpo, oler, escuchar, mirar, palpar, pensar, soñar su cuerpo, entenderlo en el encuentro filial, amoroso y erótico, desde la experiencia de la indefensión y la incertidumbre que produce el dolor.
El lector, de igual forma, digámoslo de esta manera, no lee un libro, lee un cuerpo, poema a poema compone ese cuerpo, página a página es uno solo con él, en su sufrimiento y su renuevo, en su desesperación y su sosiego, en su heroísmo solitario y su conciliación con el mundo.
Fin de mi suerte
Mi útero reposa
en la bandeja de cirugía.
Se vuelve ceniza en los basureros hospitalarios.
No tengo por qué mantener compromiso con el misterio.
No adivino más la suerte.
He quemado el tarot.
Este texto que transcribo es muestra del estilo de composición que destaca en Soy mi cuerpo. Poemas de síntesis afortunada, sostenidos en un mismo acento, con imágenes severas –como visiones punzantes del dolor–, se diría que parcos de ritmo y melodía, pero sugerentes de sentidos. En resumen, una poesía de arte breve. Pero, valga la pregunta: ¿acaso hay algo más indecible que el sufrimiento?
Soy mi cuerpo llega a su segunda edición, después de su aparición en 2006. Los invito, lectores, a leer una breve selección de sus poemas. La voz, sólo eso queda, dice la poeta. La voz y el canto.
Mi canto
El cariño de los amigos
se traduce en cartas besos
bálsamos contra la enfermedad.
Los claveles que dejaron
reconfortan las madrugadas ásperas.
Amigos protectores quieren inutilizar mi sufrimiento.
Una certeza
Me deslizo entre camas metálicas
y tanques de oxígeno
Estoy helada
en el fondo marino de este hospicio
Ya mis deudos aceptan que las cenizas
regresarán a las montañas
de dónde salí
cuando las piedras se movieron por la fe de mis padres.
Si estoy está
Mi esposo con sus manos tibias
baña mi cuerpo dolorido con raíces y hojas de menta
Mientras duermo me mira respirar
Si me alejo entre las violetas él me sigue
si estoy está conmigo
Es madero en alta mar al que me abrazo con amor.
Rezo
Sembraremos de nuevo árboles de capulí
Resucita
aún cantan los colibríes de cola larga
tu canción de medio día.
Esponjas
El agua en su paciencia va y viene
perforando el esqueleto
La voz solo eso queda
contra las esponjas enfermas
y esta espalda de corcho.
Evocación
En el sopor de la tarde
Miro mi casa llena de fotografías
Las cosas se desgastan
como el amor que te tuve o el color de aquellas fotos.
Hondo muy hondo
Me afeito la cabeza y empiezan las preguntas
sobre lo que dejamos de hacer.
La alfombra verde que se hace hierba
cuando la pisas y se extiende como
mancha de insectos sobre mis manos
aún permanece en la sala de televisión
Un presentimiento puro sale de mí
Las preguntas cubren mi cabeza afeitada.
Lo que soy
Desdoblo mi rostro
encuentro a la mujer en dos planos
La zona de sombras habitada por murciélagos
y la de las angustias ocupada por la imposibilidad de vivir
Los días me descubren huyendo del sufrimiento.
Arrodillada yo
Pongo las manos al Hermano Gregorio
él es mi intermediario
Centrípeta
llena de mí riñones uréter vejiga
me entrego a la más honda fe.
Hipnosis
Luz blanca
dolor que explotó en mí
nunca se es la misma
después de estar en la cruz
Soy respiración invadiéndome
carne de la noche territorio del día
Y cada mañana amanezco
para aspirar la flor de la risa.
Noticia Biográfica
Robinson Quintero Ossa es poeta, ensayista y periodista literario. Licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998) y La poesía es un viaje (2004). Ediciones Catapulta publicó en 2006 su breve antología de oficios El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse, y La Universidad Externado de Colombia, en 2013, en su colección "Un libro por centavos", la selección de poemas Los días son dioses. Ha publicado libros de investigación literaria y de periodismo literario. Sus obras de ensayo son: "Un panorama de las tres últimas décadas" para el libro Historia de la poesía colombiana (2009), junto a Luis Germán Sierra, y Libro de los enemigos (2013) “Beca de Creación en Ensayo, Alcaldía de Medellín 2012". Como director de talleres literarios, ha trabajado para la Casa de Poesía Silva, las bibliotecas públicas de Comfenalco-Antioquia, el Taller de Letras de la Fundación Jordi e Serra. En la actualidad orienta los talleres de creación literaria La máquina de cantar y compone, junto a Fernando Linero, el grupo musical El poeta canta dos veces.