Edición 38
Reseña de "Adiós a todo eso", poemario de Orlando Gallo Isaza
La vida de ida y vuelta
Sobre Adiós a todo eso (2016), poemas de Orlando Gallo Isaza
Por Robinson Quintero Ossa
La vida de ida y vuelta parece una frase con sentido para hablar de los asuntos y acentos del último libro de Orlando Gallo Isaza, Adiós a todo eso, publicado por Comfama y Metro de Medellín en la colección Palabras Rodantes, titulada así porque sus librillos, que caben en cualquier bolsillo viajero, se obsequian en las estaciones del tren para que los usuarios en sus vagones viajen de otro modo mientras viajan, o dicho con otras palabras, para que sean en una misma sensación viajeros móviles e inmóviles.
Dije «la vida de ida y vuelta» porque es frecuente enterarse en estos poemas de Adiós a todo eso –como en obra anterior del poeta–, de una suma de episodios y visiones vividos por este en su viaje –volvemos a la imagen del tren– de ida, en apariencia desprovistos por el olvido, que ya en su tránsito de regreso, recobrados por la memoria, son de nuevo meditados y sopesados. Y esto lo hace Gallo Isaza con minuciosa sensatez y casi siempre –porque la vida es paradojal e ilógica, y no menos risible–, con humor de ironía fina y de envío contundente.
Como cuando colige en el texto «Telarañas», mientras observa el cadáver de su madre:
La vista de su pesado cuerpo inerte
Soliviado por esos dos hombres de finos bigotitos
Y uñas impecables
Resultó tan… contundente
Frente a los sueños, frente a las teorías,
Y de un patetismo que bordeó el mal gusto.
La poesía del poeta colombiano es el asombro ante la experiencia razonada, más que el asombro ante la experiencia emocional. Por eso deduce uno que sus poemas parecen incitados más por el hallazgo de un sentido trascendental que por las suscitaciones de una imagen o de una tonada. Su palabra, la pulsión de su acento, parece más que pintar, más que cantar, repasar, meditar y replicar. Uno lee a Gallo y advierte que este busca componer –en ese viaje que va y torna–, no su identidad como persona sino como individuo que ha sido despersonalizado o enajenado, por medias verdades, por simulaciones históricas, por moralismos familiares, por supuestos literarios, por conveniencias sociales y arbitrariedades religiosas.
La misma poesía –en ese viaje de ida y vuelta de las lecturas y las relecturas– es también con frecuencia puesta en la mira de sus malicias, de su réplica, así como los talentos y sabidurías de sus poetas, aunque también resalta el elogio y la recreación, como lo hace en «Cuatro réplicas a Ernesto Cardenal», una de cuyos fragmentos cito con el mayor gusto, por su deliciosa confección:
Tu perfección sería digna de mejores versos
Que los míos.
Si frente a tu belleza
Es pobre esta época,
¿Qué no decir de uno de sus más modestos amanuenses,
Anonadado además por el amor?
Merecerías un tiempo como el de Petrarca.
Pero, ¿Te merecería él?
Gallo escribe Adiós a todo eso después de «dos largos años/ aplicados con todo rigor/ a no escribir poema alguno» y después de esta «ferverosa abstinencia/ deliberada», luego de «dejar que se incubaran/ vacíos/ espacios en blanco/ pequeñas miserias», nos comparte sus nuevos versos como signo de la persistencia lúcida de su voz, anotada ya en libros como Siendo en las cosas, Paisajes fragmentarios (Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia) y La próxima línea, tal vez (Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus). Otro páramo los participa ahora a sus lectores transcribiendo una muestra de ellos y destacando el largo pero fino poema –en tono de Eliot, si hago evocación de lecturas– que da nombre al libro, «Adiós a todo eso».
Leídos en los vagones de ida y vuelta del Metro de Medellín, o en este otro vagón que es la página virtual de Otro páramo, los lectores confirmarán que en los escritos de Orlando Gallo, mientras la vida «contextualiza», el poema –es su gracia– «torna la pena hermosa».
Selección de poemas de Orlando Gallo
Señora joven
Un primer golpe de vista la encuentra espléndida empujando el carrito en el mercado, con ese rayo de sol rodeando sus pies, como si el tramoyista quisiera destacarlos precisamente esa mañana.
Y así la piel que sube muy blanca hasta el vuelo de la falda de organdí, que cae desde la cintura demorando su lascivia en la curva de la cadera.
Su muy lento giro para acercarse al aparador de los cereales, con las manos desplazándose dubitativas, deja adivinarlas en el posible ardor de la caricia repetida.
Ha sido amada hasta la fatiga y en su rostro hay un clamor pero también un hastío, un desmoronarse del deseo, una vacilación en la dureza de la carne.
Telarañas
Ya no esperaba más cambios en mi vida
Hasta que mamá murió.
No puedo negarlo, desde entonces
Se hizo más triste el mundo,
Apareció por fin el descampado.
La vista de su pesado cuerpo inerte
Soliviado por esos dos hombres de finos bigotitos
Y uñas impecables
Resultó tan…contundente
Frente a los sueños, frente a las teorías,
Y de un patetismo que bordeó el mal gusto.
Mi pequeña obstinada rutina
Continuó sin embargo
Impertérrita,
Salvo por un detalle:
El veloz y traicionero entramado
De las telarañas
Construidas y disueltas por la noche
En los marcos de las puertas
De mi pieza y del baño:
Ese casi imperceptible obstáculo en lo oscuro,
En el rostro,
Como una caricia.
Una firma
Hecha un ovillo sobre sí
como preservándose del mundo.
Sin fisuras,
garrapateada en un rapto inspirado
pero también urdida
en el tiempo muerto
de múltiples tardes
fue en el reverso de aquellos cuadernos
que engordaban con el año
signo y cosa,
yo y ello.
(¿De cuántos ritos me hizo responsable
albergándose abajo de la página?)
De que nunca más seremos lo que fuimos
me ha convencido
no el filósofo de Efeso
sino la incrédula cajera del banco
ante cuya mirada
intento vanamente bosquejarla.
Adiós a todo eso
Dos largos años
o mejor
dos años largos
aplicados con todo rigor
a no escribir poema alguno
y cada mes
en la «programación de asuntos importantes»
de la agenda
una fervorosa abstinencia
deliberada
y a decir verdad
difícil
pues el mundo está lleno
de esa clase de tentaciones
que el verso
resuelve tan eficazmente
que uno llega a sospechar
Dejar que se incubaran
vacíos
espacios en blanco
pequeñas miserias
como la envidia
de… todo
y de pronto
el hartazgo de la confesión
del tipo «ayer al levantarme
miré tu rostro»
o «caminábamos mi madre y yo
por las soleadas calles del centro»
porque después de todo
a quién diablos
le importan
las fotos de tu álbum
la minuciosa memoria
que incluye
hasta el color del cabello
de alguna tía abuela
(abstinencia, tentaciones
confesión…
vocablos de despacho parroquial)
El Verbo que se hace Carne
finalmente puede ser también una estética
El poema
torna la pena hermosa,
y del desamor hace vindicta,
fino estilete
que busca el delgado cuello
Decepcionada
por la caótica vida del poeta
la fúlgida adolescente busca olvido:
un amor por otro amor,
eludiendo, claro,
cualquier traza de desgreñado humanismo
huye al otro extremo
del pensum
viniendo a dar
con el joven estudiante de finanzas
práctico
tal vez menos intenso
pero también con «su corazoncito»
La primera tarde juntos
al calor de unos vinos
en medio del lago
y para demostrarlo
de entre su chaqueta de pana
con timidez
saca el pequeño libro de versos
de un autor nuevo
casi desconocido
(salvo para ella)
y lee…
Con la paciencia
de quien tiene todo el tiempo
el desarrapado
embadurna cada pedazo de su cuerpo
en aceite de motor
logrando:
a) Parecer un mecánico desempleado
b) Soslayar las miradas conocidas
c) Guarecerse de las frías noches bajo el puente
Precisa caligrafía de un mundo
que no calla
nunca
pues aún lo no dicho
grita
y de los que ya murieron
llega un soplo tibio hasta tu nuca…
El miedo
se ha descubierto
está adentro
y afuera
es un diminuto rayón en tus neuronas
imperceptible aún en el más sofisticado microscopio
o el «pecho malo» amenazante
pero también sombras de asesinos embozados
asediando a tus abuelos
en una guerra de mil días
los relatos de los viejos alrededor del fogón
en las oscuras noches de la finca
que hablaban de decapitados insepultos
estorbando en los caminos
vueltos por tu monótona vida de niño
indemne
fantasmas…
pero hoy de nuevo el miedo
para tu hijo
tiene cuerpo
los bultos no son niebla
en el recodo hay una cuadrilla
han cortado la alambrada
se oyen ruidos
ya vienen.
Alguna vez juraste
con Rilke
no escribir
si tu vida no dependía de ello
y otra vez te has fallado
Pero «los días de la Ironía están aquí»
Y «la vida no soporta una mirada profunda»
Como esas películas proyectadas
en los autobuses,
en los viajes largos,
sobre carreteras disparejas
Sucede…acaso
(Recordar que el amor de Narciso y de Eco
sólo fue posible en la palabra)
El poema se iba a llamar
«El abogado de enfrente»
El asunto de un penalista en decadencia
y su sórdida clientela
de muchachas tatuadas
intentando sacar a sus novios de la cárcel,
dispuestas a entregarse
allí mismo
sobre el raído tapete
por una libertad condicional
o un auto de archivo
(Y las viejecitas cubiertas de hollín,
llorosas, encendiendo una veladora a Changó
y otra a María Auxiliadora)
En el forzado asueto
de mi incipiente oficina de picapleitos
yo las veía desfilar
e imaginaba
un rastro de sangre
persiguiéndolas por generaciones
El poema iba tan bien
pero lo echó a perder un tiro en la nuca
del leguleyo
mientras almorzaba
(su rostro hundido en el plato,
ese bigote nadando en el menú del día)
Hace dos décadas
habríamos jurado que S. coronaría una obra
o algo así
Sus versos brillaron
–casi–
como su piel
de mano en mano su carne
y sus libros
deambularon
Anhelábamos
la fronda de su pelo
en nuestra almohada
y si no
al menos
un nuevo recital
Como sus tetas caídas
hoy
tres tomitos
al fin del anaquel
Incluso las más bellas melodías
fatigan
hasta la suite número dos
(badinerie) o la cantata
Ich Habe Genug
de Bach
pueden volverse
previsibles
y hartarnos
No he vuelto por ello a releer
Ocnos
de Cernuda.
(aunque debe estar por ahí)
Geografía
fue mi materia preferida en bachillerato
los saboreados relatos de don Julio
siempre impecable
con su saco abotonado
y su panoplia de corbatas:
Londres, París,
Roma y su ruinosa prosapia
la sirenita divisada desde cubierta
al arribar el barco a Copenhague
Viajes que de seguro no habrían podido pagar
sus modestas mesadas
eran una fiesta en ese menesteroso liceo
de mapas remendados
e incierta nomenclatura
Si alguna certeza tuve entonces
fue la de que los veinte años no me sorprenderían
en este hemisferio, en esta latitud
donde la tierra se angostaba
hasta el pánico,
donde la esquina era el límite,
en esta ciudad
donde las cicatrices que los amantes memorizan
mutuamente
al deslizarse sus cuerpos
por la pendiente que una lentísima tarde regala
sirven tantas veces
para reconocer algún cadáver en la morgue.
La muerte
me he percatado
establece el necesario contrapunto
resuelve y organiza sus materiales
que son los nuestros
(la vida contextualiza)
Una llamada a las tres de la mañana
Generalmente
Trae consigo
Un pálpito doloroso
Mientras caminas hasta el teléfono
Desfilan en la penumbra
Rostros ausentes amados
Y alcanzas a pensar
Cuál puede ser tu corbata más fúnebre
Y qué cita será definitivamente cancelada
Casi agradeces la balbuciente voz del borracho
Al otro lado de la línea
Definitivamente Equivocado.
Vea también: La poesía se burla de las fabulitas – Robinson Quintero Ossa
Noticia Biográfica
Robinson Quintero Ossa es poeta, ensayista y periodista literario. Licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998) y La poesía es un viaje (2004). Ediciones Catapulta publicó en 2006 su breve antología de oficios El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse, y La Universidad Externado de Colombia, en 2013, en su colección "Un libro por centavos", la selección de poemas Los días son dioses. Ha publicado libros de investigación literaria y de periodismo literario. Sus obras de ensayo son: "Un panorama de las tres últimas décadas" para el libro Historia de la poesía colombiana (2009), junto a Luis Germán Sierra, y Libro de los enemigos (2013) “Beca de Creación en Ensayo, Alcaldía de Medellín 2012". Como director de talleres literarios, ha trabajado para la Casa de Poesía Silva, las bibliotecas públicas de Comfenalco-Antioquia, el Taller de Letras de la Fundación Jordi e Serra. En la actualidad orienta los talleres de creación literaria La máquina de cantar y compone, junto a Fernando Linero, el grupo musical El poeta canta dos veces.