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Edición 24

Sobre Luis García Montero. Un ensayo de Federico Díaz-Granados



Luis García Montero. La generosa aventura del idioma

 

                                                            *Extracto del libro El oficio de recordar de Federico Díaz-Granados.

 

Todos los grandes poetas de muchas latitudes y tiempos han enseñado que la poesía es experiencia, vivida o intuida, pero experiencia. En tal caso, la experiencia en la poesía es algo que emana de ella misma y regresa a ella porque la mirada concreta del poeta sobre las cosas tendrá la luminosidad para revelar o descubrir lo que los otros, seguramente, no ven.

 

Por eso, esta aventura poética resulta una de las más generosas y verdaderas en el ámbito de nuestro idioma y de nuestra tradición, porque cada poema suyo entraña una experiencia vital de miles de hombres revestidos de las circunstancias y preocupaciones de los tiempos que corren. Cada poema trae consigo un tono de lo íntimo y del ajetreo de la vida cotidiana como pequeñas historias de todos en cada poema, como si fueran frescos de un instante común a todos o una postal contra el orden superficial del mundo, que consulta las más elementales realidades humanas.

 

Porque esta jornada siempre ha estado signada por la emoción, la reflexión, la preocupación por el tiempo y la memoria. La suya es una poética que se desprende de la experiencia vital para arribar a un testimonio, a una verdad de a puño poblándolos de sus sueños, fragilidades, temores, dolores y derrotas. Porque esta es una poesía que se pone del lado de los derrotados, de los desheredados, de aquellos extraviados en un mundo cada vez más “ancho y ajeno”.

 

La poesía de Luis García Montero da cuenta de aquello que acontece al hombre y vuelve a vincularnos con las partes de nuestra conciencia que no han sido tocadas y que nos ayuda a nombrar y comunicar desde la palabra. ¿Acaso hay un momento, un instante, donde los poemas de Luis García Montero empiezan a nacer? Es anterior a sus recuerdos, a su propia memoria, a sus ojos, a su lápiz. Nace detrás de sus sueños, obsesiones y pequeños asuntos diarios hasta convertirse en ritmo para desplegar sus significados y llenarlos de matices y latidos del corazón.

 

Es como si el poeta ya sintiera, desde que estaba en la fiesta del mundo o sencillamente desde que estaba callado o triste o solitario. Es como si tuviera ya la certidumbre de que la poesía está por nacer, para alzarse del piso o caerse de arriba en la cuenca de sus manos. De esta manera nos habla de tantas cosas comunes, porque como los verdaderos poetas de siempre, ya intuye las renuncias, los terrores y las fragilidades de todos nosotros. Luis lo presagia desde antes del flash de la foto que nos detendrá para siempre. Después, saldrá a buscar los rostros, las paredes agobiadas, las flores, el agua, el tiempo, las risas y las lágrimas, las manos, lo inmaterial, lo probable. Pero todo está antes en su corazón y hoy nos lo entrega con la generosidad de quien ha visto el asombro y la luz y permite que los demás la vean.

 

Es muy posible que en la poesía actual en el ámbito del idioma español no exista una aventura más intensa y emocionante que la de Luis García Montero, quien en ese peregrinar hacia la belleza, hacia la verdad abre las ventanas a un interminable horizonte de certezas. Por eso esta poesía es la síntesis de una tradición que viene de un corazón estremecido y de un testigo de un tiempo adverso, pero que irreductiblemente es nuestro tiempo. Su síntesis constituye el triunfo de la poesía sobre la dispersión de los días que corren. Este canto trae consigo una actitud afirmativa, encaminada a la limpieza del corazón humano.

 

La poesía es una forma de orgullo es un verso entrañable de García Montero, de donde sale el título que el poeta ha querido para nombrar su primera publicación en Colombia. Una forma de orgullo es la muestra de que todo gran poeta presenta ciclos, etapas y registros: sus poemas de amor, sus canciones decantadas, sus desoladas palabras que trascienden todas las cosas y se instalan en la memoria de todos; sus poemas sobre la poesía, el idioma y la tradición, donde el poeta logra un clímax de su esfuerzo creador y deja al desnudo que si un idioma es el instrumento para comunicarnos con los otros, la poesía es el vehículo certero de comunicación de las emociones. Y sus poemas, con un ciclo social, político o coloquial afirman sin temor que el poeta tiene una responsabilidad colectiva, compartida con sus semejantes, porque un poema debe contribuir desde su propia intimidad a transformar las almas del hombre de hoy y de todo lo que a él le atañe.

 

Hacia dónde va la poesía de García Montero. Ha llegado hasta acá invicta, fosforescente, porque es una poesía que se aleja de la cobardía de los tiempos. El hombre de hoy está desconcertado y esta poesía es un refugio con luz propia, que nos permite resistir altas temperaturas de amor, de alegría, de generosidad que nos propone.

 

El poeta nos recuerda que “más flexibles que el mar / han sido las palabras”. Así el idioma, nuestra lengua castellana, es el instrumento con el que el poeta llena de múltiples sentidos y significados cada palabra, cada emoción, cada signo o señal que testimonian nuestro tránsito y periplo vital por el mundo.

 

Así, García Montero reinventa el linaje maravilloso que nos definió, nos pintó la cara y nos dio una voz: Garcilaso, Quevedo, san Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Ángel González, entre tantos otros, que ya habían llenado de matices y claridades nuestro habla. El español que hereda García Montero él lo devuelve en un ámbito de ideas y emociones, porque esta poesía es la certeza y el testimonio de que solo con generosidad el hombre sobrevivirá y prevalecerá. Y lo sabemos, porque la poesía de García Montero es generosa con el lector pues le entrega variados registros y formas de asumir el presente, el devenir y la historia. Allí se funden con pertinencia y fluidez los arquetipos, los deseos, los sueños y la experiencia de todos.

 

Esta poesía es necesaria en su singularidad y en su registro. Da cuenta de la aventura y la azarosa gramática de la existencia y sus sencillas representaciones. Es una poesía que nos deja llenos de preguntas que no nos atreveremos a responder, porque de la mano del poeta regresamos siempre a los lugares que dejamos por la prisa y el afán de los días. Esa es su certidumbre, la verdad de una poesía que da cuenta del vigor y la fuerza de nuestro idioma en este siglo XXI, tan multicultural y globalizado, donde a pesar de tanto caos, al final del día, nos recuerda García Montero, seguimos siendo inocentes.

 

Vea también: Cuatro poemas de Hart Crane.


Noticia Biográfica


Federico Díaz-Granados (Bogotá, Colombia, 1974) es un poeta, ensayista y divulgador cultural. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003) y Las prisas del instante (2015). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997), Inventario a contraluz (2001), Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981) y Antología de poesía contemporánea de México y Colombia (2011) Es coautor de El amplio jardín (Antología de poesía joven de Colombia y Uruguay, 2005) En el año 2009 le fue concedida la Beca “Alvaro Mutis” en la Casa Refugio Citlaltépetl en México. En 2012 apareció su libro de ensayos La poesía como talismán. En 2014 la editorial Ocean Sur publicó Resistencia en la tierra (Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América).



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