TEXTOS

Anterior
Volver al inicio
Siguiente


Edición 39

Mauricio Guzmán: Partí­culas (Antologí­a)



El poema, verdad científica

 

Lo invisible es velocidad, sólido invertido;

las cuchillas tañen.

Somos lo invisible de otros,

sus fantasmas,

no nos ven, no los vemos.

La materia, aun lo sólido, es invisible,

fantasma más fantasma.

[El poema es ciencia exacta, verdad científica].

 

 

 

 

Antes de cada batalla el general Guimaraes y sus soldados cumplían con el rito. Desnudos, se internaban en aquel río maravilloso que les había dado a ver el mundo sólo a ellos [nunca se les pudo ver, el río siempre estaba situado en otro tiempo] [un tiempo cercano al del ensueño] [cuando se ingresa en ese tiempo, las células explotan en finísimos cristales, y se incrustan, como joyas, en su brisa, en su agua]; permanecían allí hasta que el río los hacía un poema; entonces, bizarros, se lanzaban al campo de batalla con sus caballos, sus cañones, sus espadas y gritaban los versos con fiereza [los enemigos escuchan en la distancia: y uno a uno van desplomándose alucinados; cuanto más bellos son los versos, más alucinante, vaporosa es la batalla] [hay batallas en las que un solo verso hace desmoronar todo un ejército] [el verso cuando llega al corazón mata, cuando llega al cerebro, embriaga, cuando llega al alma, ilumina].

 

 

 

 

Átomo 6: Salam Faadem

                                                            A las niñas y niños palestinos

 

Hoy llueve como hacía mucho tiempo no llovía…

En mi casa, hecha de piedritas blancas, hay dos ventanas

Por una de ellas entra el sol, por la otra la luna

 

Parada en la azotea, miro a la lluvia abrazarse con

Los pájaros y con los mosquitos que deambulan

Buscando azúcar y pan. Bellos niños buscando sus golosinas

 

Si pudiera me echaría a volar y atravesaría el Oriente

De mis sueños. Es en el Oriente que he guardado, entre

Todos mis sueños, el más preciado: un caballo alazán

 

Montada en él, saltaría desde la azotea, y todos

Me mirarían con asombro partir hacia el país

Que tengo en la arboleda, un país rodeado de flores

 

¿Quién, por más poderoso que fuera, podría alcanzarme

En mi caballo alazán? ¿Quién, por más poderoso que fuera

Podría entrar a mi país sin que lo adornaran las flores?

 

Ruego a los pájaros que no me falten cielos para ver

Ruego a los mosquitos que no me falte azúcar y pan

Ruego a la lluvia que no me falte su abrazo blanco que me haga soñar

 

Escucho a la luna que golpea en la ventana

 

 

 

 

                                                            A mi madre

 

El sol chifla a la huerta para que se despierte

Ella, ya despierta, mira al sol echarse agua en la cara

Esta mañana será más feliz que todas las demás mañanas

Una mujer, que aprendió de niñaa escuchar chiflidos

Entra en la huerta con su azadón enamorado: Sin ese amor

Cómo podría abrir un espacio en la tierra donde dejar caer un granito

 

 

 

 

Alrededor del falso pimiento, el pasto se abre camino:

Voy sin detenerme, seguro de dar mil pasos, aunque vosotros sólo veáis uno. Voy, vestido con mil vestidos, aunque vosotros apenas me veáis con uno. Voy de mil aromas acompañado y de mil palabras de mi estima, mil palabras inclinadas, aunque vosotros las veáis erguidas”.

Esto recitaba el pasto a medida que crecía en delgadas hebras, aparentemente iguales, pero tan distintas.

Sorprendido, el falso pimiento grita: “¡Ahí suben mil canciones, preparaos para saber cuál es cuál. Suben sin escalera porque el Espacio les ha lanzado una pita. Si las vierais cubriendo el campo, estirándose como sonoras cuerdas, despidiendo espirales de música! ¿Quién tendrá, entre vosotros, tan abiertos los ojos, despiertos los oídos, para que aprecie este campo en carcajadas, saltando de dicha, inundado de festivos sonidos? ¡Preparaos para tocar con sutileza este Campo Sonoro!”.

El copetón, pequeño interprete, se mete con parsimonia entre el pastizal, y constata cuerda por cuerda, la música que tienen.

 

    

Vea también: la poesía del gran autor mexicano Fabio Morábito.


Noticia Biográfica


Mauricio Guzmán. Zipaquirá 1968. Conocido como el poeta del microcosmos, hace una singular propuesta que sintetiza bajo el título de La física del poema y que ha venido desarrollando a través de sus distintos libros, la cual consiste en hacer del acto poético el método más eficiente para indagar la materia que da cuerpo y sustancia a las cosas; el método, en últimas, para detallar, más que nada, el funcio- namiento de esa materia. Igual como lo haría la física o la biología, ¿por qué no lo podría hacer la poesía? En su poética, el poema es visto como una herramienta que le sirve para descubrir, para decir las mecánicas del Universo: la pequeñez, la redondez, la espacialidad, lo corpuscular, el movimiento, el reflejo de la luz, la flexibilidad, las innumerables y sutiles relaciones que conforman la Física del Mun- do. El poema más que decididamente bello, se sugiere orgánico, y el poeta, más que poeta, termina inevitablemente siendo otro científico más: aquel científico que persiste en decir el verso como hallazgo. Ha publicado sus escritos en diferentes revistas de literatura y ha desarro- llado conversatorios sobre su propuesta poética en distintos espacios académicos. Ha participado en diversos encuentros de escritores y en varias jornadas literarias en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Su obra la conforman los libros: La mitad (1999); La física del mundo (2006); Fábula fría, libro galardonado con Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía del Distrito 2001; Las bacterias (poemas corpusculares), obra merecedora en el 2005 de la Beca Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura; Los labios de Ziña y la partícula, obra con la que recibió el Premio de Poesía Ciudad de Bogotá en el 2013. Mantiene inéditos: La blandura de los átomos; El cerebro de Fousa. Es fundador del grupo de estudios “El alminar” desde donde promueve actividades encaminadas a consolidar la producción de ideas y conocimiento.



Articulos relacionados