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Edición 35

Animal de oscuros apetitos: Nelson Romero Guzmán



Prólogo a cargo de Sylvia Plath (1933-1963)

 

Estos poemas no viven: el diagnóstico es triste. Y te lo grito a la cara, ¿no sientes vergüenza de tus lectores? Triste que tu poesía no le abra a la realidad sus puertas invisibles, triste que sólo te salgan al encuentro la polilla y el pájaro carroñero. Los lectores serán expulsados de este libro, sin ninguna noticia, arruinados por las palabras. Y tú, pérfido autor de estos versos, ¿no te escondes?, ¿no mereces una paliza de la poesía? Te pido huir por esa vía oscura, tal vez a las fauces del tigre le seas útil, pero sus garras también ponderan. Las garras de la fiera sí saben despedazar la alabanza, esa luz que desciende rota a los campos de maleza y no sirve para alumbrar: de ahí las rayas oscuras, ejemplo de lo negado. La alabanza, voz del inútil que alza una luz muerta como antorcha sobre el libro (quemado antes de estar abierto, detrás de su materia).

 

De verdad que el diagnóstico es triste, ¿me lo preguntas todavía?

Sí, te lo repito, es triste. No soy cruel, sólo veraz. Eso lo dije en el poema Nacidos Muertos, ¿fue antes o después de mi suicidio en Londres?

 

No lo recuerdo.

 

Pero quien escribe como tú, arruina. Se le debe prohibir la imprenta, escondérsele todo el papel. Mas no te enojes, no por eso la poesía te niega, aunque tú la traiciones. Ella te cose con hilo negro la cicatriz de los párpados.

 

No puedo mentir a los lectores con un bonito prólogo, porque recuerda que me han hecho un lavado de asociaciones afectivas.

 

Papaíto: he tenido que matarte.

 

Papaíto, papaíto, hijoputa, ya he terminado.

 

Nelson, te lo pido, no escribas más, nunca te leerán.

Déjame descansar en paz.

 

El alba me entrega por la ventana un puñado de crisantemos.

 

La suerte de alguien está echada.

 

 

 

 

Tinta de escarabajo

 

El escarabajo huye de mi pluma. Mientras vaya redondeando materia pestilente, el insecto no se deja escribir.

 

Un gran escarabajo hizo la redondez achatada de este planeta, gracias al poder de su imperfección. Cuando el escarabajo se cansa de redondear la materia, se escarabaja, y sueña. Deja de ser escarabajo.

 

El pequeño Larousse informa en sentido figurado: escarabajear es escribir haciendo escarabajos. Yo escribo escarabajos, y cuando también me canso de redondear mi propio excremento, me escarabajo, sueño.

 

Escribo en una escalera, el abismo es insecto coleóptero. La tinta de mi pluma no le huye, ni se acuesta a esperar que el ángel del abismo le quite el peldaño. El escarabajo anda con su mundo bajo el vientre, no vaya a ser que le arrebaten el planeta. Poseo el oficio exquisito del insecto en mi mano: hacer redonda, aunque por un instante, la dicha invisible de una materia inútil.

 

 

 

 

Centinela

                                                            A Horacio Benavides

 

Un gato en mi escritura no me deja escribir. Le lanzo tres versos para espantarlo, pero él los desescribe en perfectos arañazos.

 

Es más que una escritura negra, llena de pelos, con los ojos del iluminado. Cuando en la casa huele a infierno, es porque el gato ya empieza a escribir, lo sé cuando se ovilla a las palabras que no permitirá que nadie escriba, porque pertenecen al mundo de sus propios misterios. Sabe, más que los críticos, que la escritura es un robo despiadado. Si el gato no se ovillara así, moriría en puros huesos. Alumbraría.

 

En mi escritura el gato es un centinela, se arquea furioso en la puerta del infierno. Sólo aguardo a que el sueño lo venza, es el único instante en que puedo ser yo mismo y no debo malograrlo. Sin hacerle ruido escribo, aunque el gato tiene el poder de soñar con los plagios. Pero esta vez parece que no ha soñado, su mente está en blanco, el blanco más perfecto para la escritura.

 

En lo más blanco ronronean estos versos,

 

Si el gato despertara en este instante, podría asesinarme.

 

 

 

 

Elevación del cerdo

 

Sobre un tríptico del poeta Rómulo Bustos

(lápiz y pastel)

 

Escribo el poema que Rómulo Bustos Aguirre no escribirá jamás: esa escena apenas dibujada por el poeta, donde el cerdo se eleva, se va de la tierra como las cosas tanto tiempo humilladas.

 

Lo raro es que al cerdo lo sostenga su propio fulgor, un animal que no se las daba de ángel ni de rey cuando moraba en la tierra, ahora le brilla en la cabeza una especie de corona mística.

 

El cerdo se elevó, de eso no cabe la menor duda. Por culpa de Rómulo Bustos Aguirre es que la escasez de carne de cerdo aumenta en el país.

 

Pero a cambio el poeta ha hecho bajar de precio otro tipo de carnes, por ejemplo la de Dios se está descomponiendo en la playa de Marbella. A causa del hambre en la tierra, dice el poeta que Dios bajó del cielo como un gran pez gordo de cola muy grande / hinchado y con escamas impuras. Lo de la venta de Dios es cierto, hay tantas tiendas donde se ofrece, a muy bajo precio, su carne apetecida. Cada día ese próspero negocio abre más tiendas.

 

El abismo de la carne, he ahí el embrollo de todo este asunto. El hambre es el abismo de la existencia. Comer es llenar por un instante el abismo que se abrirá de nuevo. Engordamos al cerdo por miedo al abismo, y lo engoramos tanto que en su propio abismo se eleva.

 

El poeta Rómulo Bustos Aguirre logró captar en su dibujo esa intuición mística. Pero, por fortuna, no escribió el poema que me fue dado escribir.

 

O quizá Rómulo Bustos Aguirre nos engañe, y en la imagen terrorífica del cerdo en las alturas, nos esté mostrando la elevación de su propia alma.

 

Para vivir la doble experiencia de la altura y el vacío, leo sus versos.

 

 

 

 

Flores insectas bajo la ducha

 

Bajo la ducha desnudos

Colgados de hebras de agua

Quisiéramos pasar la vida,

Ver el mundo sólo a través

De unos órganos copuladores.

Pasar la vida hermosamente

Sin preocuparnos por saber nunca

Ni si quiera el significado de la palabra

Zootermopsis, no consultar el diccionario,

No abrir nunca la Enciclopedia Británica,

No creernos vacíos por no haber leído

Las Disertaciones de Epicteto

Y ser flores nomás, flores insectas bajo la ducha,

Ver pasar la vida sin prisa

Tras la neblina de nuestros cuerpos.

 

 

 

 

Miniatura del universo

 

Los erizos son obras monumentales de la naturaleza,

No se dejan rodear.

Tienen fe en la aniquilación completa de las puntas hacia

                                                                                         afuera.

 

Cada vez que el erizo se mueve

Algo terrible pasa.

Hacia adentro de las puntas el erizo no es culpable,

Lo habita una paz profunda,

Quizá el imperturbable Dios.

 

 

 

 

Homenaje a la música de Arturo

 

Hoja, celeste invisible,

Ventana que en el aire relampaguea,

 

¿Dijiste país?,

País en el aire por ti cantado,

Yo diría, aún mejor que los pájaros

Y el viento de tu morada,

 

No dejo de oírte, tus voces secretas

Me bastan,

El espacio, el tiempo en tu poesía son un don,

A ninguna otra Colombia, esa misma del cuchillo

                  Atravesado

En la garganta

La cantaste suave, muda,

 

La cosiste silenciosamente con tu música,

La anegada, la de tus ángeles cargados de harapos,

 

A ti debo las canciones, el ritmo, la visión de la altura,

Mi ángel no podrá llevar mi pluma hasta tu cima,

 

Pero me has dado la paciencia

El silencio para alumbrar un país

Que no se cansa en la oscuridad de barrer

Hojas muertas,

 

Nos enseñaste que sólo cuando se canta

La tierra es de nadie.

 

 

 

 

Decir sin cantar

 

El niño paga con tres monedas y un pájaro

El derecho a la realidad.

Sabe que las solas monedas no bastan,

Que más allá de las monedas hay un valor

Agregado al precio material de las cosas: y de su mano

Alarga un pájaro al tendero.

El tendero lo ve volar por la ventana.

Es la dicha que al niño le regocija

Y el tendero no entiende,

Ni podrá entender detrás de los mostradores.

El vuelo dejó un círculo

De satisfacción en la boca del niño

Y una especie de luz sobre el vidrio

Que la ira del tendero extinguió.

 

 

 

 

Para una iniciación

 

¿Quién no hubiera querido ser la mano de Van Gogh? Estos poemas quisieran, por lo menos, revelar al lector los secretos de su oreja mutilada. Por ahora sueño que estoy sentado sobre la silla que dibujó, y que él viene; viene bajo el cielo de Arles, se me acerca y desenrolla un lienzo transparente a través del cual puedo mirar unas campesinas barriendo en los patios de su infancia.

 

Más allá, veo sembradores de patatas, y los cuervos sobrevolando trigales por cielos de eternidad. Pero cuando voy a entrar a una casa que me ha dibujado, despierto asomándome por ventanas solares. Antes, el pintor me ha pedido que le lleve a Théo una carta.

 

 

 

 

Puerta 3

 

Puerta caída de un mundo que arriba nunca pudieron cerrar, su hermosura nos cegó cuando dimos un giro en la plaza para mirar los altos portones, entonces, como una aparición de la palabra, se abrió, pero no había ningún mundo adentro, era el signo roto, vaciado, figura en sí misma y borrón de una arquitectura, parecía un ala blanca, parecía que fuera a volar, pero el viento la golpeó contra nada y despareció ante nuestros ojos.

 

 

 

 

Vea también: Verde que te quiero verde: Federico García Lorca


Noticia Biográfica


Nelson Romero Guzmán. Ataco, Tolima (Colombia), 1962. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomás y Magíster en Literatura, Universidad Tecnológica de Pereira en convenio con la Universidad del Tolima. Premio Nacional de Poesía “Fernando Mejía Mejía” por su libro Rumbos (1992); XIV Premio Nacional de Poesía por Concurso Universidad de Antioquia, por el libro Surgidos de la Luz (2000); Premio Nacional de Poesía Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá por Obras de mampostería (2007); 56 Premio Internacional de Poesía Casa de las Américas 2015, otorgado en la Habana a su libro Bajo el brillo de la luna y Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura de Colombia 2015 por su libro Música lenta, editado en el 2014 por Arte es Colombia, Colección Letras. Otros libros publicados: Días sonámbulos (Editorial Mundo Nuevo, Bogotá, 1988), La quinta del sordo (Colección de Poesía Universidad Nacional de Colombia, 2006), Grafías del insecto (Colección de Poesía Universidad del Valle, 2005), Apuntes para un cuaderno secreto (en coautoría con la mexicana Kenia Cano, Biblioteca Libanense de Cultura, 2011), además de los ensayos El espacio imaginario en la poesía de Carlos Obregón (Universidad Tecnológica de Pereira en el 2012) y El porvenir incompleto, tres novelas históricas colombianas (Biblioteca Libanense de Cultura, 2012). Es profesor de la Universidad del Tolima, en el IDEAD, y vinculado al grupo de investigación de Literatura del Tolima.



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