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Edición 11

Arte poética de Federico Díaz-Granados



La poesía es la síntesis total de la creación humana, lo que nos justifica y nos otorga un lugar para estar en el mundo con dignidad y belleza. Considero que configura esa síntesis por su inagotable capacidad de cuestionar, de sugerir, de conmover, de resquebrajar las máscaras en las que nos ocultamos. Así la poesía nos revela con generosidad y honestidad el “cuarto de máquinas” de todos nosotros, la trastienda de nuestras dichas y pesares, el acopio de todos los recuerdos y deseos.

 

El poeta no es un iluminado ni un prestidigitador. El poeta es un artesano que con generosidad da a ver lo que otros no ven, entrega a los demás fragmentos de sus propias vidas sin que ellos lo adviertan. El lenguaje del poeta es una inmensa correspondencia con sus maestros, con sus semejantes, con aquellas pequeñas cosas que lo han asombrado.  Así la poesía no es otra cosa que un infinito acto de amor y todos los poemas, de alguna forma, son de amor, porque independientemente del tema o asunto que lo ocupe, cada poema es un acto de amor por el mundo y por la humanidad. Es el testimonio verdadero del paso del hombre por esta aventura vital y de sus intentos constantes por alcanzar la felicidad.

 

Por eso, cuando hace muchos años leí en el texto Poesía y compromiso de Ángel González: “La poesía, como obra del hombre y para el hombre, está sujeta a tantos cambios y mudanzas como el hombre mismo. La historia de la poesía, la historia de la literatura, no es más que un fragmento de la Historia, que siempre es el del hombre”, supe que la poesía que me interesaba definitivamente es la poesía que siempre tuviera como destino al hombre, con sus temores y fragilidades pero también con sus dichas, conquistas e inocencias.

 

La poesía nace de una insatisfacción con la realidad, de un sentirse incómodo en un tiempo adverso para la ética y las humanidades. Nace, en mi caso, de querer prolongar las lecturas que avivaron las noches de mi infancia y aquellos instantes que cada día están más luminosos en mi retina. Por eso intento narrar, condensar en imágenes pequeñas crónicas de lo cotidiano. Ese es mi afán y mi temor.

 

Así la poesía seguirá siendo el instrumento que llene de sentido y significado a una lengua para dotarla de los metales necesarios que le permitan sobrevivir al tiempo fiel a lo que señaló Gabriel García Márquez en su Brindis por la poesía: “ La poesía por cuya virtud el inventario abrumador de las naves que numeró en su Ilíada el viejo Homero está visitado por un viento que las empuja a navegar con su presteza intemporal y alucinada. La poesía que sostiene, en el delgado andamiaje de los tercetos del Dante, toda la fábrica densa y colosal de la Edad Media. La poesía que con tan milagrosa totalidad rescata a nuestra América en las Alturas de Machu Picchu de Pablo Neruda el grande, el más grande, y donde destilan su tristeza milenaria nuestros mejores sueños sin salida. La poesía, en fin, esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”.

 

Nos recordaba Saint-John Perse en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura que “cuando las mitologías se desvanecen, lo sagrado encuentra en la poesía su refugio y quizá su relevo, porque la poesía moderna se adentra en una aventura cuya meta es conseguir la integración del hombre”. Esa es, sin duda, una de las grandes certezas que entraña la poesía de todos los tiempos porque sin importar el tiempo ni la latitud en la que se conciba siempre perseguirá la integración del hombre, dar noticias de sus temores y fragilidades, de sus alegrías y secretos. La vida de los hombres está construida de pequeñas verdades, de fragmentos de muchas certezas que cuando se quiebran, como el espejo de Salvador Espriu, la poesía evidencia en astillas de luz todas esas verdades quebradas.

 

Por esas verdades quebradas escribo poesía. En alguna oportunidad respondí a la pregunta ¿Por qué escribo poesía?:  Porque he amado el fútbol. He llorado al ver películas como La guerra de las galaxias, Cinema Paradiso o Belleza Americana; he cantando a destiempo canciones de Calamaro, Morrison o Lennon y sin embargo sigo temiendo cada día, por lo cual debo dormir con la luz encendida. Por esos pequeños sucesos, esos pequeños asuntos que siempre me han asombrado y que de tanto repetirse se han vuelto hogareños y cotidianos, escribo poesía.

 

Escribo por esas tantas cosas que he amado, porque estoy enojado con algo del mundo que todavía no sé qué es, porque hago parodias equivocadas como un payaso callejero, porque sueño con inmensas bibliotecas y el puntual paso de las estaciones.

 

Escribo por miedo y convicción, por amor y desespero, escribo porque conocí la soledad y el hastío y porque no volví a marcar ese gol detenido en mi infancia; porque gracias a la poesía me encontré en los silencios con esas palabras que se abandonaron en mis secretos y que me permitieron entender al viejo Homero, a Eduard Munch, a Mark Twain, a Salinger, a Cat Stevens y al gran Neruda para ser una mejor persona y  porque supe, como en Cinema Paradiso, que no tendría un Alfredo que proyectara a diario mi vida y me regalara los mejores besos del cine mundial.


Noticia Biográfica


Federico Díaz-Granados (Bogotá, Colombia, 1974) es un poeta, ensayista y divulgador cultural. Ha publicado los libros de poesía: Las voces del fuego (1995); La casa del viento (2000), Hospedaje de paso (2003) y Las prisas del instante (2015). Han aparecido tres antologías de su poesía: Álbum de los adioses (2006), La última noche del mundo (2007) y Las horas olvidadas (2010). Preparó las antologías de nueva poesía colombiana Oscuro es el canto de la lluvia (1997), Inventario a contraluz (2001), Doce poetas jóvenes de Colombia (1970-1981) y Antología de poesía contemporánea de México y Colombia (2011) Es coautor de El amplio jardín (Antología de poesía joven de Colombia y Uruguay, 2005) En el año 2009 le fue concedida la Beca “Alvaro Mutis” en la Casa Refugio Citlaltépetl en México. En 2012 apareció su libro de ensayos La poesía como talismán. En 2014 la editorial Ocean Sur publicó Resistencia en la tierra (Antología de poesía social y política de nuevos poetas de España y América).



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